El rescate de Jesús de Medinaceli de la fortaleza de La Mamora según las relaciones de sucesos y las crónicas trinitarias. (Siglos XVII-XVIII) [i]

J.Jaime García Bernal (Universidad de Sevilla)

    El 30 de abril de 1681 y después de un penoso cerco que había durado varios meses el gobernador español Francisco de Peñalosa entregaba la fortaleza de La Mamora al capitán Alí Benaudala, lugarteniente del rey de Mequinez Muley Ismael. El Jerife se convirtió en dueño de todos los moradores del presidio, tanto militares como civiles, y también de las imágenes y de los objetos de culto sagrado que allí había. Entre ellos estaba la venerada imagen de Jesús de Medinaceli, entonces conocida como Jesús Cautivo o del Rescate, aludiendo este último título a la negociación que se iniciará a renglón seguido para tratar la liberación de su cautiverio y su repatriación hasta España.

    En las siguientes páginas vamos a recordar la historia de este episodio pero no con el propósito de reconstruir detalladamente los pormenores del rescate, tarea que exigiría una monografía específica y que, en el estado actual de nuestros conocimientos, no resulta viable, sino como necesario guion en el que enjaretar el asunto que nos interesa que no es otro que la formación de la leyenda sobre el origen y el destino de la imagen del Jesús, un relato que conocen muchos de sus devotos por tradición oral o por haberlo leído en libros divulgativos. La leyenda se organiza alrededor de tres grandes temas: la traición del gobernador de la plaza, el sacrilegio cometido con el Santísimo Cristo y el rescate del sagrado simulacro. Asuntos que son comunes a una tradición de escritos muy abundante en la época en que se gesta la leyenda: las relaciones de sucesos, esto es, los pliegos sueltos que circulaban, antes de que existiera la prensa periódica, para dar cuenta de los acontecimientos políticos, diplomáticos y militares de la Monarquía. Y que también aparece, más tarde, en las crónicas de la orden trinitaria, instituto que protagonizó el rescate del Señor y fue el encargado de su custodia en Madrid en el primer siglo de su dilatada historia. Pues bien, las relaciones de sucesos y las crónicas trinitarias son las fuentes que informan este trabajo y también las que lo acotan. Por su carácter informativo arrojan luz sobre las circunstancias que rodearon el rescate de la imagen y su traslado a España. Pero al mismo tiempo cumplen una función valorativa y narrativa que trataba de conmover al lector sobre un episodio lastimoso y traumático. En este segundo sentido las relaciones (y luego las crónicas) no sólo informan, sino que también reelaboran la información obtenida, incorporando pasajes reales o ficticios que contribuyeron a forjar la leyenda que se nos ha transmitido.

    Pero para comprender el sentido del rescate de 1681, en su contexto social e histórico, es preciso echar la vista atrás. Retornar sobre los principios de la fortaleza de La Mamora, escenario en el que se desarrollarán los acontecimientos posteriores.

    1. La conquista y primeros tiempos de la fortaleza de La Mamora o San Miguel de Ultramar en las relaciones de sucesos de la época

    La conquista de los puertos de Larache (1610) y La Mamora (1614), situados en la costa occidental norteafricana, significó el cierre del Estrecho y el principio de una etapa de relativa seguridad en la política de la Monarquía en el Mediterráneo. La Guarda del Estrecho había sido un objetivo de Estado desde que el asedio de Cádiz de 1596 evidenció la indefensión en la que se encontraban muchos puertos españoles, sometidos a las acometidas anuales de la escuadra anglo-holandesa.[ii] A esto se unía el tradicional problema del corso que experimentó entre 1580 y 1630 un segundo momento de apogeo coincidiendo con la activación de Argel como principal foco de la piratería berberisca, emancipado ya de los planes del Gran Turco.[iii]

    Las poblaciones de la costa andaluza y levantina fueron las principales afectadas por esta situación de desgobierno y anarquía que contribuyó a la proliferación de actividades privadas de depredación económica, favorecidas por el desplazamiento de los grandes esfuerzos bélicos de la Monarquía a otros frentes. No fueron, sin embargo, las ciudades peninsulares las únicas perjudicadas. Desde principios del siglo XVII los corsarios argelinos, y otros muchos extranjeros, van trasladando sus bases de operaciones al Atlántico para orillar la política diplomática de Felipe III en el Magreb, destinada a contrarrestar la potencia de Argel, mediante acuerdos con sus enemigos.[iv] En Larache actuaban también los holandeses y los ingleses tratando de interceptar las naves españolas que se dirigían a los dominios ultramarinos, razón por la cual Felipe III destinó expresamente una escuadra a la defensa del Estrecho encomendando al general Juan Álvarez de Dávila y al Almirante Pablo de Aramburu la tarea de limpiar de corsarios nórdicos y berberiscos las costas del occidente africano.[v] En 1610 se presentó la coyuntura propicia para conquistar el puerto que tantos quebraderos de cabeza estaba causando a la administración del Duque de Lerma. A la muerte de Ahmad al-Mansur en 1603 se había abierto un período de incertidumbre para el futuro de la dinastía Sa´dí. El reparto de los territorios de Marruecos entre sus tres hijos no conformó a ninguno de ellos que buscaron alianzas internacionales para ejecutar sus ambiciones personales. La monarquía española, que siguió la situación muy de cerca, apoyó la causa de Muley Xeque quien se trasladó a España para pactar una solución que beneficiase a ambas partes. Alojado en Carmona con su familia, el hijo de al-Mansur acordó la entrega de Larache, a cambio de una importante ayuda económica y de varios envíos de armas que se prolongaron hasta 1613 fecha de la muerte del sultán.[vi]

    La conquista de Larache, resultado de una hábil negociación diplomática, fue presentada, en todo caso, como una gran victoria militar en las relaciones de sucesos que estamparon las prensas andaluzas aquel mismo año.[vii] Un clima de optimismo que muy pronto se verá ensombrecido por la reaparición del problema del corsarismo que, lejos de haber desaparecido, simplemente se había adaptado a la nueva situación, trasladando su actividad más al sur: al puerto de Salé, conectado con Rabat, y a la vieja fortaleza portuguesa de San Miguel de Ultramar que dominaba la ría de La Mamora. El desarrollo de Salé debe relacionarse con las facilidades que dio el sultán Muley Zidán, hermano rival de Muley Xeque, para avecindar allí a los moriscos de Hornachos, exiliados de España. Con ellos llegan nuevas técnicas de guerra y un mejor conocimiento del enemigo que, tal vez por resentimiento, los moriscos desterrados pondrán al servicio de los planes del sultán, aunque con el tiempo la ciudad adquiera un status de república independiente. Los corsarios establecidos en La Mamora recibieron igualmente el respaldo de Muley Zidán que además negoció con los holandeses su establecimiento en el estratégico puerto. Fue este hecho precisamente el que levantó la alarma en el Consejo de Estado que reaccionó encomendando a D. Luis Fajardo el sitio de la fortaleza.[viii]

    La Relacion sumaria que se envía a su Majestad de la victoria… de la Mamora que publicó Alonso Rodríguez Gamarra es la primera relación impresa que tenemos del acontecimiento. Es un traslado de carta original fechada el 7 de agosto de 1614 desde la propia ría que lleva el mismo nombre.[ix] Describe la flota luso-castellana compuesta por ocho galeras que el 1 de agosto partieron del golfo de Cádiz y los contactos que se mantuvieron en la costa antes de definir la mejor estrategia. El relacionista distingue a un holandés, el general Juan Cursén que recibe con salvas y cortesías la flota de su Majestad, como era lógico en tiempo de tregua, aunque, enviado por Muley Zidán, esperaba órdenes del conde Mauricio «para ocupar el puesto». Aprovechando la noche, embarcan más hombres en Salé y, pasados unos días, concretamente el martes 5 de agosto, Pedro de Legorreta consigue desembarcar con un escuadrón volante protegido por la artillería de las galeras que «barri[ieron] toda la playa y los moros de a caballo».[x] Mientras esto ocurría, el Almirante Miguel de Vilazávar combatió con artillería la vecina ciudad de Salé, situada en la parte alta de la montaña, para evitar que salieran refuerzos. El general Don Luis Fajardo, que se había distinguido el año anterior en el saqueo de Túnez,[xi] tomó la plaza y aquella mañana «se dijo misa en la tierra, dando gracias a nuestro Señor». Todavía, claro está, sin la imagen del Cautivo que posteriormente protegerá la plaza.[xii]

    El éxito de la toma de La Mamora que venía a sumarse a la reciente cesión de Larache animó a Miguel Serrano de Vargas y Ureña a imprimir, un año más tarde, en Madrid un Discurso historial de la presa que del puerto de la Maamora hizo el Armada Real.[xiii] Se trata de un opúsculo que supera las pretensiones de notificación inmediata de la relación de sucesos para convertirse en un amplio reportaje sobre el acontecimiento destinado a informar a un público cortesano y ciudadano al que se le supone interés por la situación política del vecino reino de Marruecos. No tendría sentido, de otro modo, que el narrador, D. Agustín de Horozco, residente en Cádiz, haga memoria de las banderías que desgarraban la dinastía de los sadíes, antes de entrar a tratar la disposición geográfica de la plaza y su historia (incluida la etapa portuguesa), prolegómenos que ocupan más de la mitad del impreso. La Jornada en sí se reserva a la segunda parte del escrito, distribuida en cuatro capítulos, dedicados a describir la armada, la batalla, la entrada en el puerto de La Mamora y el socorro que se envió desde España. Sobre este último suceso cabe destacar el largo elenco de caballeros «gente principal y de importancia» que, según Horozco, se ofrecieron a prestar sus servicios en la plaza recién obtenida. Entre ellos, probablemente, se encontrarían muchos de los posibles lectores de la épica hazaña.[xiv]

    La vida de la fortaleza en los primeros años después de la conquista no debió ser cómoda a tenor de las frecuentes incursiones de piratas que seguían operando desde las bases del sur lo que dificultaba el abastecimiento de la guarnición. La Relación verdadera de la victoria que doscientos soldados del fuerte de San Felipe de la Mamora tuvieron contra más de dos mil Alárabes, publicada en 1616, describe las escaramuzas del capitán Bernardino Arpón en busca de leña y fajina que terminaron con el cautiverio y la conversión del hijo de un alcaíde moro.[xv] Pese al final feliz que esperaban los lectores, este tipo de actividades dirigidas a garantizar la mera supervivencia hace adivinar una realidad cotidiana marcada por la dureza y el hostigamiento permanente en un medio inhóspito. Por mucho que la Relación de la gran victoria de 1618 pondere las excelencias de las compañías del fuerte, no deja de avisar al mismo tiempo de que «está toda la Berbería en el peor estado que se ha visto jamás, llena de trabajos y miserias, después de las guerras passadas sobrevino la peste que también pasó y agora la hambre tiene acabada y destruyda toda la tierra».[xvi]

    La situación no cambió demasiado en la década siguiente. Antes bien, la reanudación de la guerra con las potencias protestantes y la suspensión definitiva del ambicionado proyecto de la conquista de Argel que era, no lo olvidemos, el foco matriz del corsarismo, dio al traste con la posibilidad de una solución consistente al problema de la piratería que seguirá siendo una amenaza de la que se hacen eco las relaciones de sucesos. En ellas se encarece, no obstante, el mérito de los capitanes y maestres de campo de la fortaleza, función que contribuye a levantar el ánimo de sus familias y paisanos, los más que seguros receptores de estos impresos, junto con los ambientes militares y nobiliarios de las grandes familias andaluzas que dirigen las operaciones desde Sevilla, Madrid o Nápoles. El capitán Cristóbal Lechuga es el protagonista y el autor de la Relación muy verdadera que envió al cosmógrafo Antonio Moreno el 12 de mayo de 1620 para contar la heroica liberación del cerco al que tenían sometida la plaza catorce morabitos, al mando de una tropa de 8.000 moros, lo que causó notables daños a los sitiadores. Junto a Lechuga figuran los capitanes Martín de Ibarra, Gonzalo Pizaño, Alonso Cornejo, Gabriel de Brito, Gabriel Fernández de Ávila, Luis Pinedo y Nicolás de Armunia.[xvii] Y en un pliego que salió el año anterior se hacía memoria de las famosas hazañas del Duque de Maqueda, del capitán Juan del Castillo, en la defensa de La Mamora, junto a los éxitos de Francisco Carrillo de Santoyo, gobernador de Larache.[xviii] Más difuminada queda la imagen del gobernador de La Mamora en la Victoria famosa, folleto publicado por Juan Cabrera en 1625, que sin embargo, sigue recordando la gloria de su ganador el Marqués de San Germán.[xix] Mientras que Tomás de la Raspura es el nombre que encabeza en letras capitales la Carta… sobre la gran presa que hizo en la Artillería, pólvora y municiones del enemigo que estava sobre la Mamora (1628), merced a la colaboración de otro héroe, don Juan de Toledo quien descubrió el alijo gracias a la revelación de una espía mora.[xx]

    Relación sumaria… de la victoria… de la Mamora. Sevilla, Alonso Rodríguez Gamarra, 1614

    La galería de héroes militares de La Mamora se interrumpe bruscamente en la década de 1630, momento en el que el interés de la prensa ocasional se dirige hacia los episodios bélicos del centro y del norte de Europa.[xxi] Coincide este impasse informativo con el acercamiento de los moriscos de Salé a la Monarquía Hispánica tratando de contrarrestar la presión a la que les tenía sometido Muley Zidán, circunstancia que pudo dar un respiro al presidio de La Mamora. Para las autoridades españolas era más barato financiar a este aliado ocasional que amurallar los presidios y reforzar sus guarniciones. En todo caso era una situación que no podía durar mucho. La tibia acogida de las autoridades españolas y la posibilidad de la república berberisca de colaborar con los ingleses distanció de nuevo a la oligarquía de Salé de sus antiguos señores. En esta coyuntura precisa, con la fortaleza en un estado de progresivo abandono y de nuevo expuesta al peligro de los corsarios berberiscos, peligro que viene a sumarse a la fuerte presencia, desde 1640, de las armadas holandesas, registramos las primeras noticias sobre la asistencia espiritual de la guarnición de La Mamora y también algunos indicios acerca de la imagen del Cristo de Medinaceli.

     

    1. Los frailes capuchinos y los soldados del fuerte de San Miguel de Ultramar: una historia de frontera.

    Poco tiempo después de su conquista debieron llegar los padres capuchinos al presidio de La Mamora si damos crédito a las pocas líneas que dedica fray Ambrosio de Valencina en su Reseña histórica a los comienzos de la asistencia espiritual de los capuchinos en la plaza fuerte marroquí. El primer documento que cita este autor es una carta enviada por el rey Felipe IV al padre Provincial de Andalucía en la que se le expone la necesidad de que haya una continuidad en la cura espiritual de los soldados que ocupaban la plaza y de que se resuelvan los problemas que habían surgido entre el Vicario y el Pagador del presidio de donde se deduce que los frailes venían realizando esta apostólica desde algún tiempo atrás. La carta que tiene fecha de 31 de octubre de 1645 fue recogida por el P. Nicolás Córdoba en su Brevis Notitia y es reproducida por Valencina en la mencionada obra.[xxii] Por otro lado, un Memorial impreso que el secretario D. Sebastián de Tobar envió a Felipe IV en 1643 ensalzando las excelencias de su hermano fray Severo, fundador de la rama franciscana observante, nos da motivos para suponer que la vinculación de los capuchinos con el presidio costero se remontaba a su mismo origen pues en una carta que fray Severo dirigió al rey Felipe III el 9 de septiembre de 1614, es decir, apenas un mes después de la toma de la fortaleza (y que se incluye en el citado impreso) se postulaba la dedicación de la plaza fuerte al arcángel San Miguel, petición que al parecer no prosperó en el Consejo de Guerra (antes bien se debió optar por el nombre, en seguida difundido en los impresos, de San Felipe de la Mamora) lo que justificó el recurso al memorial que años después promovió su hermano y que nos ha llegado. La súplica sugería además que se ordenase al obispo de Cádiz, a cuya diócesis se agregó la plaza que «la dedique y su Iglesia y Puerto al santo Arcángel y con voto se ayune su víspera y celebre su día y el de su aparición con Processión y Octaua (…) y en todos los despachos, títulos, órdenes, cédulas y cartas de V. M. se nombre y titule aquella plaça y Puerto de S. Miguel Vltramar. Y a los oficiales del sueldo della se aduierta vsen deste mismo estilo en los suyos».[xxiii]

    No sabemos si se atendió esta petición, ni en qué medida la posterior caída en desgracia del valido pudo influir en las decisiones que se adoptaran sobre la asistencia espiritual de los soldados que servían en La Mamora.[xxiv] Lo cierto es que los capuchinos estaban de regreso en el presidio en 1645 como resultado de la actuación del Provincial P. Gaspar de Sevilla que, en cumplimiento de los deseos de Felipe IV, envió seis religiosos a La Mamora que fueron recibidos por el sargento mayor y gobernador D. Francisco Ibáñez de Herrera. En 1646 la orden observante recibió además el decreto oficial de la Sagrada Congregación de la Propaganda de la Fe que les asignaba la misión de todas las costas occidentales de África, nombrando al citado Provincial, Prefecto de las misiones durante 10 años.[xxv] Los sucesos posteriores ponen de manifiesto la situación de precariedad que se seguía viviendo en aquella posición tan alejada de los intereses neurálgicos de la Monarquía. El incendio del hospital y de la iglesia provocado por el descuido de un soldado cuando preparaba la munición de pólvora fue motivo, siguiendo la narración que nos ofrece el padre Valencina, para que retornasen las desavenencias entre los religiosos y el nuevo gobernador D. Antonio de Medina que terminaron con la destitución del militar.[xxvi]

    Felipe IV mantendrá la confianza que había depositado en la orden religiosa durante las décadas sucesivas de 1650 y 1660, etapa que como es sabido trajo graves problemas financieros a la Monarquía lo que se va a traducir en una extrema vulnerabilidad militar, más acusada si cabe en los alejados presidios de la costa occidental. Precisamente para paliar de algún modo esta situación de abandono que padecían las fortalezas del norte de África el monarca insistirá en la necesidad de que siempre hubiera un número suficiente de capellanes que sirviesen en La Mamora, extendiendo la obligación a las plazas del Peñón de la Gomera y de Melilla. Las resistencias del provincial fray Leandro de Antequera se explican por la propia escasez de frailes después de las sucesivas crisis de mortandad que había padecido Andalucía desde 1649, pero no impidieron que se cumpliese la voluntad real con el nombramiento a partir de 1660 del padre José de Granada como Vicario del Peñón y del P. Basilio de Antequera en Melilla.[xxvii]  

    Sin embargo, la sensación de abandono y la permanente amenaza que sufrían los frailes, no se solucionó con las mencionadas medidas. Pocos años después el padre Isidoro de Sevilla refleja en su crónica: «por los años de 1676 se aumentaron los trabajos, disgustos y persecución de los religiosos de tal suerte que el P. Provincial que lo era a la sazón Fr. José de Campos trató de sacarlos de allí y traerlos a la provincia, a lo cual se opuso el rey, mandando formalmente que permanecieran en los presidios hasta que se dispusiera otra cosa».[xxviii] La cita es sólo la expresión del malestar indirecto que estaba causando un fenómeno mucho más amplio: la imposibilidad de la Corona de mantener en pie unas fortalezas demasiado alejadas de la Península y que, por tanto, tenían serias dificultades para el desembarco de hombres y el avituallamiento de mercancías. Con excepción del presidio de Orán que gobernaba el Marqués de los Vélez, la restauración de las fortalezas es un asunto que se va dilatando, por falta de dinero, durante los años de la regencia de Mariana de Austria y esto pese al peligro que significaba la presencia de los ingleses en Tánger, base desde la que realizaban inquietantes operaciones de desestabilización con participación de algunas facciones locales.[xxix] La política beligerante del nuevo rey Mulei Ismail tampoco facilitaba las cosas. Sus pretensiones expansionistas no consiguieron imponerse en el norte, sobre todo por la firme oposición de Argel, pero en cambio encontraron muchos menos obstáculos en la costa occidental donde terminaría por someter La Mamora, Larache y Arcila.[xxx]

    Este escenario en retroceso, sacrificado por la Regente para poder concentrar los esfuerzos en el entorno del Estrecho, con el objetivo de contrarrestar la creciente influencia inglesa y francesa,[xxxi] se escenifica en las relaciones de sucesos de los primeros años de la década de 1670 que publican las prensas gaditanas, sin duda, las más afectadas por las consecuencias de esta imparable retirada. El primer texto es la Relación verdadera de lo sucedido en la Mámora, que narra, en forma de carta, las revelaciones que llegaron a oídos del Duque de Veraguas, capitán general de la flota del Estrecho sobre los preparativos que se hacían desde Salé para asaltar La Mamora. El primer testimonio procedió de un «napolitano renegado» que decía estar arrepentido y ofrecía información sobre las intenciones de Muley Arzi, rey de Tafilete, uno de los jeques sudaneses que servían al monarca marroquí. Un dato que confirmó, otro renegado, esta vez de nación inglesa, aportando interesantes detalles sobre los ingenieros alemanes y franceses que participaban en la operación. Resulta interesante subrayar la internacionalización que ha adquirido el mundo del corsarismo norteafricano en 1671, cuando se desarrollan los hechos narrados, retratado en personajes de distinta procedencia que, con cierta intención denigratoria, el relacionista califica como renegados, es decir, gente de escasa probidad moral pero útiles como espías frente al enemigo. Asimismo, se cita, por primera vez en el corpus de textos revisados, a «vn Padre Capuchino de los que allí [en La Mamora] sirven de Curas».[xxxii] En un impreso posterior, la Segvnda relación verdadera… que describe el huracán que azotó Cádiz aquel invierno, se prosigue la historia del socorro de la Mamora, solución arbitrada para hacer frente a la inminente invasión: 

    Hace memoria el Almirante Iacinto López de la oposición de muchos moros de a pie, y de a cauallo, que con sus escopetas largas querían embaraçar la entrada de la Barra en la Mamora, pero se consiguió, jugando de nuestra parte con todo el esfuerço la artillería de la fragata, y de la plaça (…) Estase con cuydado si vna de las gabarras, en que iban más de treinta mil raciones para sustento de la plaça se ha perdido con el tiempo tan riguroso…  El Rey Tafilet está muy formidable (que es Negro y belicoso) y se halla cinco leguas de la plaça con ducientos mil Moros de a pie, y de acauallo, que le siguen para la conquista de ella, y para la de Larache, Ceuta y Tanger, y assí se lo ha ofrecido a los suyos, que las ha de ganar; y para ello trae vn gran soldado Ingeniero Alemán renegado, y otros Franceses, y Ingleses, y todo lo necessario para minar…[xxxiii]

    La plaza se salvó por esta vez. Pero la Monarquía no supo, o no pudo, poner remedios para paliar esta situación de franco deterioro en los años siguientes. Larache no contaba con edificios para albergar la tropa, ni mantas para que durmieran los soldados, cuando cayó en manos enemigas. Y La Mamora disponía de una simple empalizada y una trinchera excavada en la tierra como únicos baluartes defensivos. En estas condiciones la pérdida de las posiciones filipinas en el Atlántico sólo era cuestión de tiempo.[xxxiv]

     

    1. La rendición de La Mamora y el cautiverio de la imagen de Jesús Nazareno según el Aviso Verdadero y Lamentable Relación (1681)

    La entrega del presidio de La Mamora tuvo lugar, finalmente, el 30 de abril de 1681. Las condiciones de abandono y deterioro militar de la plaza fronteriza que hemos descrito debieron empeorar aún más en los últimos años de regencia española del presidio y es exponente, por lo demás, de la evolución de las posesiones españolas en el norte de África que de ser avanzadillas de una política de expansión en el Magreb se convirtieron, con el paso del tiempo, en enclaves fronterizos doblemente aislados: de la metrópolis y de su propio entorno. Se ha dicho con razón que los soldados españoles destinados en estas latitudes padecían, al final, un tipo de encierro o cautiverio peor que el de los prisioneros que estaban en manos de infieles.  Y los testimonios de huidas y deserciones aumentan en la década final de la historia española de estas ciudades fortificadas.

    Si asumimos todas estos imponderables no es de extrañar que don Juan de Peñalosa, el último gobernador de la fortaleza de San Miguel de Ultramar, echase la bandera de la paz una mañana de primavera de aquel año 81. Sin embargo, los testimonios impresos que hemos recogido lo convierten en el chivo expiatorio de todos los males que aquejaban el sistema defensivo de la Monarquía en los presidios, además de una figura vil y abominable desde el punto de vista de la responsabilidad moral. En pocas palabras: el retrato de un traidor, dispuesto a vender a su tropa, para salvar su propio pellejo; y de un sacrílego que entregó la sagrada efigie del Nazareno a los infieles, sin importarle la salvación de su alma, ni la ofensa causada a Dios. Los términos del Aviso verdadero, fechado en Fez el 14 de mayo, son tan duros que inducen a pensar en motivaciones espurias, tan vez exculpatorias o de enemistad personal, por parte de quien suscribe la carta, el capitán don Francisco de Sandoval y Rojas, que se confiesa criado de Don Pedro Antonio de Aragón, a quien dirige la misiva.[xxxv] El Duque de Segorbe y Cardona que había sido capitán general de Cataluña en los tiempos de la guerra y posteriormente Virrey de Nápoles figura en letras capitales encabezando la relación.[xxxvi]

    Aviso verdaderdo y lamentable relación… de las sacrílegas acciones que han obrado los pérfidos Mahometanos con las Santas Imágenes. Madrid [s.n.], 1681

    El tono del Aviso se sitúa, dentro de las convenciones del género de las relaciones de sucesos, entre la relación informativa y la de casos lastimosos, llamada a despertar la compasión de los lectores. De lamentable relación lo tilda el impresor anónimo. Y el sentimiento de aflicción e infelicidad impregna todas y cada una de sus hojas. No es para menos teniendo en cuenta que se trata de un traslado de un posible original que escribió desde Fez el capitán Rojas, cautivo desde hacía años en dicha ciudad y, en consecuencia, inclinado a buscar un rescate para lo cual era fundamental encontrar apoyos en España creando un clima de receptividad al penoso suceso. La edición de esta carta impresa era un vehículo fundamental para atraerse la piedad de los lectores y más si circulaba bajo protección del reputado militar y liberal señor don Pedro de Aragón. Desde este segundo punto de vista, el relato parece armarse con una finalidad instrumental (despertar la compasión de los lectores con el fin de recaudar fondos para el rescate) y el acento que se pone particularmente en el maltrato de las imágenes y de los objetos de culto serviría a este mismo fin.

    El dramatismo que impregna toda la relación no es, sin embargo, inhabitual en otros relatos de cautivos, que constituyen un subgénero con personalidad propia después de más de un siglo de experiencias narrativas centradas en las empresas del Mediterráneo.[xxxvii] En este se detecta, si acaso, una especial acritud, una tensión latente, en cada frase, entre la denigración (del nefando Peñalosa) y la vindicación de sus antiguos compañeros, entregados como reos al enemigo. Y esta negra acentuación, esta velada pesadumbre, sólo se comprende si tenemos presente que la pérdida de La Mamora, por su significado estratégico y simbólico, fue una dolorosa derrota y puso nombre a un sentimiento de oprobio en el que anidó una inconfesable vergüenza. Por eso don Juan de Peñalosa no es sólo el perdedor de la plaza, sino el símbolo de un fracaso colectivo (el de la Monarquía española en su proyecto africanista) que se canaliza en la figura del capitán-traidor donde se sintetizan todas las valencias semánticas negativas que han hundido el carácter del héroe español: 

    En fin, señor, si la pena, que me pone vn dogal al cuello, para privarme del vital aliento, da lugar a la lengua a que pronuncie la culpa más sacrílega, el error más abominable, que han visto los nacidos, ni las Historias quentan; pues ni la del Griego Sinon, ni la de Focas, ni las de otros traydores, igualan a la que ha cometido Don Juan de Peñalosa, indigno de tal Nombre, y más indigno del Carácter Christiano. Este aborto Español; esta Fiera indómita, ha soprepujado en maldad a todos los malvados.[xxxviii] 

    No se pregunta, en cambio, el relacionista qué había ocurrido con España para engendrar vástagos de esta calaña. El pérfido personaje resulta, antes bien, en el texto, el culpable individual de un trato infame, de una capitulación oprobiosa y de una vil entrega (la de las imágenes sagradas). ¿Cómo no ver en él, sin embargo, la máscara catalizadora de los miedos colectivos? Colabora, por cierto, en su singular afrenta, al menos como desencadenante del drama, «un francés fugitivo de La Mamora» que es quien proporciona al Muley Ismán la información necesaria para atacar la fortaleza. Representa el francés la figura del renegado que la literatura de frontera (sobre todo las relaciones de sucesos) tiende a estigmatizar por la levedad moral de quien ha abjurado de su fe por interés y conveniencia, describiendo a partir de ese momento, una derrota de envilecimiento moral que le conducirá a cometer las mayores atrocidades, desarrollando un carácter frío y despiadado.[xxxix] Sin escrúpulos morales se muestra, desde luego, el sectario francés que cuenta en la corte mora que en La Mamora «avía muy poca Gente, y essa muy mal contenta, por el mal govierno de los Xefes», razones que animaron al monarca musulmán a sitiar la plaza.[xl]

    El episodio de la traición es, con todo, el corazón dramático del relato. Fajardo que dice haber presenciado la humillante rendición contra su voluntad, pero obedeciendo órdenes del rey de Fez, transmite una escena que se nos antoja la antítesis de la famosa resistencia de don Alonso de Pérez de Guzmán el Bueno en la torre del Alcázar de Tarifa, un relato, por cierto, muy presente en la formación de nobles y soldados. La lealtad de Guzmán al rey, personalizada en el acto máximo de sacrificar a su hijo antes de entregar la fortaleza, se ha tornado en La Mamora en deslealtad a la Monarquía y traición a la propia tropa. El infame trato consistió en entregar a los soldados y civiles de la plaza como cautivos a cambio de obtener la garantía de libertad para los cargos del presidio, sus familias y sus bienes: el Veedor don Bartolomé de Larrea, el capitán Juan Rodríguez, Cristóbal de Cea y Juan Antonio del Castillo, además del propio gobernador Peñalosa.[xli] Siendo este hecho en sí mismo de extrema gravedad al incumplirse la obligación de ejemplaridad para los subordinados y, sobre todo, la obediencia debida al rey y el cumplimiento de sus órdenes, el texto privilegia, sin embargo, sobre todas estas faltas y errores, el pecado del sacrilegio cometido al entregar, sin el menor titubeo, las santas imágenes y de los vasos sagrados a los agarenos: 

    y lo que más tenemos que llorar y que sentir (No sé cómo llegar a declarar lo que mis ojos vieron, sin perder la vida a manos del dolor!) aver visto el Sagrado Retrato IESVS Nazareno segunda vez entregado a Moros, y Iudíos, y a la Soberana Imagen de aquella Paloma Casta, que siendo Madre de Dios, lo es también de Pecadores, con Título de Rosario. O Familia Guzmana! Como si huvieras visto este expectáculo, huvieras sacrificado las vidas de tus Hijos en defensa de tu Protectora! Las imágenes del Príncipe de los Apóstoles; la del Arcángel Guerrero, y Gran General de los Celestes Exércitos Miguel; la del Luzido Espejo de Hermosura Luzia, San Benito, y el Primer Christiano Andrés, fueron con gran vituperio y escarnio aquellos sacrílegos Bárbaros arrastrándolas por las Calles para martirizar los Coraçones de tantos míseros Cristianos.[xlii] 

    La escena adquiere una encarnadura mítica y universal en la medida que se presenta como segunda entrega del Inocente, del Nazareno (la primera naturalmente fue la que cuentan los Evangelios). Un paralelismo que llega a recordar la vileza del nuevo Judas que ahora, como antes, entregó al Señor (en su imagen del Cautivo) por un puñado de monedas. El sentimiento antisemita no es casual, en una época en la que se reaviva en España las manifestaciones antijudaicas. Como tampoco lo es la asociación de los moros con la barbarie de los gentiles que arrastraron las imágenes sagradas por las calles (en velada alusión al padecimiento del Señor en el camino del Calvario). Estaríamos así en una transposición narrativa de la Pasión del Jesús de las Escrituras a esta nueva tribulación del Cautivo (y su pueblo irredento: los cautivos, prisioneros de la fortaleza de La Mamora).

    Es posible que el redactor último del texto, que bien pudo ser el impresor o un personaje eclesiástico próximo, haya ampliado el contenido del aviso original del capitán Fajardo hoy perdido en esta segunda parte de la relación. No podemos aportar pruebas factuales para avalar esta afirmación pero sí observar indicios en el propio relato que a mitad del impreso abandona el formato informativo de los avisos (presentación de los acontecimientos en pequeños párrafos) para dar entrada a una extensa narración, con notable carga tremendista y recursos afines a la retórica sagrada.[xliii] Por otro lado, la mención al trinitario Fray Pedro de los Ángeles, personalidad que era conocida por sus cualidades para la negociación del rescate de los cautivos, podría apuntar a una reelaboración del material original en medios trinitarios, sobre todo si tenemos en cuenta que las relaciones que se publicarán al año siguiente salieron de este instituto. En todo caso, el laconismo propio de los avisos se recupera en la parte final del relato que informa sobre el estado de los cautivos, los despojos de la plaza y, en fin, el justo castigo que aguarda a los traidores que (de acuerdo con el conocimiento de Fajardo) están ya presos y han sido enviados por el gobernador de Tánger a España.[xliv]

    En medio de este complejo proceso de elaboración narrativa (que es posible, insistimos, se deba a dos manos) la imagen del Cautivo de Medinaceli, que el texto llama «el Sagrado Retrato IESVS Nazareno», se erige inopinadamente en el verdadero centro de la historia de la entrega de la plaza fuerte, desplazando incluso a los cautivos, que debían haber sido los protagonistas del relato. Esta apuesta narrativa tendrá, como veremos luego, importantes consecuencias en la transmisión de la leyenda del Cristo. Pero ahora interesa reparar en el hecho palmario de que el Aviso Verdadero es el primer texto impreso (que sepamos) en el que se menciona (aunque todavía no bajo la advocación del Cautivo) al Señor de Medinaceli. Es un texto de gran valor porque, como ha sabido ver la historiografía capuchina que se ha ocupado de su historia, marca un punto cronológico seguro para poder datar su origen y primer lugar de culto.[xlv] Gracias a esta relación sabemos que la imagen de Jesús Cautivo, que llegó a Madrid en 1682, ya estaba en la fortaleza de La Mamora cuando ésta fue entregada por el gobernador Peñalosa en 1681 y que es probable que llevara allí bastante tiempo, aunque no tanto como para que fuera afectada por el incendio de la iglesia y del hospital que referíamos antes, del que nos dan razón las fuentes capuchinas, porque nada se dice en ellas de que se perdiera la imagen de un Nazareno. Es decir que la venerada talla tuvo que llegar a La Mamora en algún momento entre 1645 y 1681, y debió a empezar a recibir culto de inmediato en la capilla del castillo fortificado que tenía la capacidad suficiente para dar cobijo además, como se dice en la relación, a una Virgen del Rosario, al Arcángel San Miguel (lo que vendría a demostrar que la petición de fray Severo de Tovar fue finalmente atendida), a un San Benito, también de bulto y a una imagen de San Andrés. Las mismas que encontramos luego inventariadas en las crónicas trinitarias.

    Lo que no podemos conocer por la sucinta información que nos proporciona nuestro Aviso es la fecha, ni siquiera aproximada, de la hechura de la imagen del Señor. Por sus rasgos estilísticos los historiadores del arte la datan en la segunda o tercera década del siglo XVII. No se conoce su autor (aunque ha habido varias atribuciones)[xlvi] y tampoco quién lo encargó, ni para qué función de culto. En un texto tardío que cita fray Domingo Fernández Villa en su Historia del Cristo de Medinaceli,[xlvii] se menciona un pleito que hubo entre capuchinos y trinitarios acerca de la propiedad de la imagen en el que se dice que «era de los Padres Capuchinos de Sevilla». Afirmación que no es prueba concluyente sobre su propietario original, aunque sí indica que los capuchinos, quienes estaban a cargo del culto de la guarnición de La Mamora, la custodiaban a mediados del siglo XVII. Pero: ¿en qué momento se hicieron cargo de ella? y ¿desde qué convento andaluz llegó a la fortaleza? Recordemos además que los propios capuchinos se encargaron de la asistencia espiritual de los soldados españoles en otras plazas norteafricanas: ¿estuvo la devota imagen previamente en otras plazas fuertes? Muchas preguntas abiertas que deberán recibir respuesta de futuros investigadores.

    En cuanto al papel que jugaron los capuchinos en el momento de la toma de la plaza la información que nos proporciona la Lamentable Relación es insuficiente para extraer mayores conclusiones. Sabemos, al menos, que dos capellanes permanecían en el presidio pese a la inseguridad que padecía desde los intentos de sitio de 1671. Y que fueron liberados, junto a los mandos de la plaza, como parte del trato negociado por el Gobernador. De acuerdo a la tradición historiográfica de la orden capuchina, los dos frailes, Andrés de la Zubía y Jerónimo de Baeza, no quisieron abandonar las imágenes, pese a haber sido liberados, y las acompañaron, junto a los demás cautivos, hasta Mequinez donde fueron obsequiados por el Muley que quedó complacido de escuchar las pláticas de los religiosos.

    En este punto se pierde la pista en las relaciones y crónicas de estos capellanes que debieron retornar a España. Y cobran protagonismo los trinitarios descalzos que serán los encargados de rescatar las imágenes y objetos de culto. Hemos mencionado antes a Fr. Pedro de los Ángeles, un simple hermano lego que residía en Mequínez, que ofrece a los moros las condiciones de una redención: «que por las siete Imágenes ofrecía siete Moros, los que él pidiera de los Cautivos de España, dentro de tres meses», entregándose él mismo por prenda: «que ha de ser quemado vivo si no cumple lo prometido». Los términos fueron aceptados por el alcalde de Mequinez. Y así conocemos que la imagen del Cautivo fue depositada, junto a las otras imágenes y ornamentos sagrados, en el hospital de la orden.

    Del destino de los cautivos, por último, el Aviso Verdadero nos dice que «Dexaron en duras prisiones 250 Soldados y 45 Mugeres y Niños; y ya con agassajos, ya con amenazas y castigos, las insta a que falten a la Católica Fe que professan». Una labor que, por lo que sabemos del mundo de la frontera africana, no dejaba de tener efectos, pero no tanto por las razones de que nos habla la propaganda cristiana (el interés o el miedo) sino por motivaciones muy humanas y cotidianas que iban de la mera supervivencia, a la necesidad de integración profesional (especialmente de los cautivos que tenían profesiones útiles para los musulmanes), sin olvidar la afinidad familiar o el trato entre vecinos, por no hablar de los caminos que una conversión a tiempo abría para el ascenso social.[xlviii] Sea como fuere, entre el grupo de los cautivos de La Mamora, las conversiones empezaron pronto: «Tres Niños inocentes han buelto a su maldita secta» que venían a sumarse, según Fajardo, a otros muchos que allí residían: «y con ellos son el día de hoy 80 los que han faltado al Sagrado Carácter del Bautismo». Y siempre de acuerdo con la polaridad que rige todo el discurso, a las penurias de los prisioneros, se oponía la holganza de los traidores que hicieron una entrada triunfal en la capital mora y recibieron todo tipo de agasajos antes de partir para Tánger: «llamándoles el Rey [de Fez] Amigos».[xlix]                                              

    1. Las relaciones históricas promovidas por los trinitarios descalzos

    Las dos relaciones que se publican el año posterior a los sucesos de la toma y entrega de La Mamora tienen un carácter muy distinto al Aviso Verdadero que acabamos de examinar. Y no sólo porque se publican bastantes meses después de la caída de la plaza fuerte que tuvo como inmediata consecuencia el cautiverio de los cristianos que la defendían y las imágenes santas que allí se custodiaban, sino sobre todo porque parten de una iniciativa editorial diferente. La iniciativa de la orden trinitaria descalza que fue protagonista de la redención de 1682 y luego promotora de lo que podríamos llamar la primera historia oficial que se publicó, aprobada con licencia de la orden, sobre la redención de estos sagrados simulacros entre los cuales, no olvidemos, se encontraba la imagen del Cristo que empezó a conocerse, por eso mismo, como Jesús del Rescate.

    Aunque los trinitarios observantes ya habían llevado a la imprenta en ocasiones otras redenciones norteafricanas, como modo de dar a conocer y propagar los éxitos de su ministerio redentorista (v. gr. la famosa de 1660 por la que salvaron de manos de infieles a 136 cautivos de Arcila, Salé y Fez,),[l] sin embargo la redención de 1682 tenía respecto a las anteriores, la singularidad del rescate de la santas imágenes, algo que no pasó desapercibido a las autoridades de la orden cuando expresaron, en el primer párrafo de la Relacion Primera Verdadera la particular señal que recibían del Altísimo en esta empresa pues «parece que sobresale más assí la Diuina Providencia, como el zelo y feruor que el cumplimiento de su celestial Insitutto tiene esta esclarecida Familia».[li]

    Relación primera verdadera.. de los singulares sucesos que han tenido los… Padres Redemptores del Orden de Descalços de las Santíssima Trinidad en la Redempción de Cautivos Christianos en el Reyno de Fez [Madrid?, 1682]

    El valor que atribuyeron a esta particular coyuntura se refleja, incluso, en la extensión de las dos relaciones compuestas sobre el rescate que dobla la habitual de las relaciones que hemos visto hasta ahora (el medio pliego) lo que permite desarrollar un discurso más detallado y elaborado, con frecuente recurso a los casos curiosos y anecdóticos. Por otro lado el tono es también distinto al de las relaciones militares e historiales sobre el fuerte de La Mamora. En ambos textos domina el relato providencialista, lo que es lógico partiendo de una orden religiosa, y en él abundan hechos milagrosos que son asumidos como pruebas que verifican el camino que traza el argumento que no es otro que el señalado por la Providencia desde el cielo. De este modo se suceden casos prodigiosos y milagros que amplifican el sentido místico de la narración propiamente dicha, o lo que es lo mismo, sin dejar de informar estas relaciones también persiguen un fin piadoso que busca despertar la devoción. Por último, es evidente la finalidad propagandística a mayor gloria de la casa trinitaria que tienen estos opúsculos trinitarios. Desde mediados del siglo XVII la rama descalza de la orden se había unido con vigor a la actividad misionera en el norte de África y contaba con fuerte presencia en los hospitales de cautivos de varias ciudades de la Berbería. Aunque los familiares de los prisioneros y otros particulares eran generalmente los que reunían las cantidades para la redención, en los textos nada se dice de esto para no ensombrecer el protagonismo de los frailes. Pero veamos todo esto por partes.

    La primera relación que se califica verdadera ya anuncia en su portada el motivo principal de su relato: los singulares sucesos que han tenido los descalzos en el reino de Fez, y especialmente las Imágenes de Christo, de su Santtíssima Madre y de otros Santos que han sacado del poder de los Bárbaros, las afrentas e injurias que con ellas obraron… [y] los trabajos que los Padres Redemptores han padecido en esta Redempción. Así pues: las imágenes por delante, y luego sus liberadores.

    De las imágenes se aporta una lista mucho más completa y también más detallada que la que nos daba el Aviso Verdadero. Es la primera vez que encontramos una descripción, aunque breve, de la hechura del Nazareno, testimonio de gran valor por ser el más antiguo que poseemos de la venerada talla: «Primeramente cautivaron los Moros vna hechura de Iesvs Nazareno, de natural estatura, muy hermosa, con las manos cruzadas delante». En efecto se trata del Cautivo que ya figura en su postura característica, maniatado, tal como se representa también en el testimonio iconográfico más antiguo que hemos conservado del Señor: un lienzo anónimo que se conserva en la iglesia de San Martín de Trujillo y que lo representa con el escapulario de la orden trinitaria.[lii] Junto a él se salvaron otras 16 imágenes: la Virgen del Rosario que ya mencionaba la relación de 1681, que se describe con un Niño en los brazos y a la que se asigna la antigua advocación de Gracia, además de añadir un detalle que nos parece interesante: fue «Fundadora de la Christiandad en la Mamora», lo que podría indicar que estuvo en la fortaleza desde los primeros años, desde luego antes que el Nazareno. También se menciona «otra imagen de Nuestra Señora… que con los vltrajes de los Moros se perdió y es de la Concepción Purísima», una Virgen con un Niño en brazos de la que no se dice el nombre, un San José de una vara de alto que tiene en la peana un Niño Jesús, un San Francisco de Asís, algo mayor, otras imágenes pequeñas de San Diego y San Antonio de Padua y una Santa Lucía «de estatura casi dos varas». De ninguna de ellas hacía referencia el Aviso, como tampoco mencionaba un ángel de media vara que llegó a los cristianos maltratado como las otras. La valiosa descripción nos proporciona además noticia del Arcángel San Miguel, patrón del presidio, que ya conocíamos, aunque ahora sabemos que era de dos varas de alto, llevaba un estoque en la mano derecha y un diablo a los pies y «que se quedó entre los Moros». Por último, se habla de un Crucificado «con Nuestra Señora de la Soledad a los pies, de dos tercias de alto».[liii]

    Sin duda destaca, por encima de las pequeñas imágenes de bulto, de media vara a dos varas como mucho, la imagen del Cautivo «de natural estatura», su perfección técnica («muy hermosa») y su gesto de entrega («con las manos cruzadas delante»). En textos posteriores aparecerán otros detalles alusivos a su túnica, corona o escapulario, que aquí no se mencionan probablemente porque no destacaban por su valor o no los tenía. Sin embargo, en su sencillez de la capilla de La Mamora y luego en el ambiente hostil de Mequinez, sí tenía ya (y transmitía) el poder de la imagen sagrada. Fuera de estas imágenes procedentes del presidio marítimo, la relación menciona un Crucificado, el segundo del elenco, «cuya materia es mármol», de altura de dos tercias y buen acabado. Se trataba de una imagen que había sido maltratada y amputada por los moros de Salé y luego rescatada por los trinitarios que servían en Fez.

    En conjunto 17 imágenes, sin contar los ornamentos y vasos sagrados (alhajas, casullas, corporales, relicarios, rosarios «y algunas Cruzes pequeñas y láminas». Un precioso tesoro de devoción que, de acuerdo al tono religioso del relato «era el principal cuidado a que atendían los Padres Redemptores».[liv] Por eso probablemente, para encarecer la labor del religioso instituto, el texto no ahorra detalle sobre las afrentas e injurias que sufrieron los sagradas imágenes, incorporando detalles que no existían en el Aviso Verdadero. El principal: la escena del circo de los leones que también se reproduce en la pintura de Trujillo a la que aludíamos antes: 

    Lleváronlas al Rey, el qual diziéndoles palabras afrentosas y haziendo burla dellas, las mandó vltrajar y echar a los Leones para que las despedaçassen como si fueran de carne humana. Al hermosísimo busto de Iesvs Nazareno le mandó el Rey arrrastrar, y echar por vn muladar abaxo, haziendo burla y escarnio del retrato hermoso… 

    El despiadado ultraje recuerda la barbarie que los judíos y los gentiles cometieron contra el Señor con una animosidad y vesania que sólo podía ser de inspiración diabólica. Un episodio éste, el del acto sacrílego sobre su verdadero retrato (vero icono), que se va a convertir, junto con el episodio de la traición del gobernador que apareció anteriormente, en tema habitual de las elaboraciones posteriores de la leyenda del Cautivo, ya en la poesía religiosa, ya en la comedia de santos.

    Dolidos e indignados algunos cristianos cautivos, seguimos leyendo en la relación, se interpusieron rogando al rey un rescate y ofreciendo la intermediación de los religiosos. Un fraile «que se hallaba en la Ciudad» fue finalmente quien salió a su salvación «con su propio riesgo», convenciendo al rey de su oferta y recuperando así los sagrados bultos que pasaron a reposar en su casa. El final de este vía crucis del Nazareno en tierra de moros (afrentado, escarnecido, llevado ante el tribunal de un poder gentil y enviado a la muerte) tenía que ser necesariamente la redención trinitaria (otra hipóstasis del símbolo mayor de la Redención humana) que se va a cifrar en la larga aventura del rescate que ocupa el resto de la Primera Relación Verdadera y toda la Segunda. Un periplo jalonado de obstáculos que son superados gracias a la ayuda ultraterrena de un Dios misericordioso que aparece en los momentos oportunos y hace fácil lo que parecía imposible. La marcha de las imágenes santas en cajones, desde Mequinez hasta Tetuán, se describe, de acuerdo a este principio de intervención superior, como un vuelo de «tanta ligereza… que no parece que pisauan la tierra, según la brevedad y aceleración con que llegaron a Tetuán».[lv] Ciudad, por cierto, que les abrió paso franco nada más supo su alcalde «que traían las imágenes», caso tanto de admirar -apostilla el relator- que sólo podía ser obra de la Divina Providencia. Conforme a esta guisa, la comitiva prosiguió su camino hasta Ceuta donde fue recibida por los caballeros y soldados de plaza que portaron las imágenes hasta el convento de los trinitarios descalzos donde se cantó un Te Deum. Motivo de alegría que se repetirá por cierto en Jerez y en Sevilla. Pero vayamos a las dificultades que es donde encuentra el compositor del relato motivos para ponderar la fuerza celestial que empujaba estos cajones. En Gibraltar las imágenes quedaron en casa de un sacerdote hermano de la Religión. Allí debían permanecer hasta que se enviara un religioso para acompañarlas a Sevilla. Pero el aviso con esta encomienda llegó tarde y el sacerdote remitió las estatuas a su destino sin más dilaciones. El peligro era evidente, razona el texto, pues con ellas iban también muchos objetos de valor y alhajas de tanta estima por las que se podía perder toda la empresa. Sin embargo, una vez más, el designio de Dios salvaguardó la sacra embajada sin más protección que la de un ignorante arriero y así llegó a Sevilla por donde pasó, de nuevo, sin mediar palabra con la vigilancia de las puertas de la ciudad.[lvi]

    Entre tanto, los padres redentores habían negociado también el rescate de los más de 200 cautivos que llegaron, con el alcalde de Tetuán al frente, hasta las murallas de Ceuta. Allí produjo un lance que dio al traste con parte de la operación. Fue a cuenta de un cautivo moro que pasó por renegado para entrar en la ciudad, retractándose al poco tiempo y volviendo, por ley cristiana, a la condición cautiva. El caso (uno de tantos casos peregrinos que hacían las delicias del lector de estos pliegos de cordel) llegó a oídos del alcalde Tetuán que ya había liberado, cumpliendo los pactos, a 183 prisioneros de los que venían en la comitiva, entre la gente de La Mamora y algunos de Mequinez. Y al saberlo retuvo a los demás (quedaban por entregar 20 prisioneros) hasta no se liberase al morito. El trato no se consumó y «lo que avía sido regozijo… se tornó llanto». El frustrado fin del rescate dio pie, justamente, a una segunda liberación que justificó el interés del impresor por sacar, a su vez, una segunda entrega de la historia del rescate. 

    Antonio Téllez de Acevedo, Glorias de Jesús Cautivo y prodigios del rescate [Madrid], s. i. [Librería de Juan Moya, 1732]

    Esta segunda obrita, también de 6 hojas como su primera mitad, se titula Segunda relación verdadera en que prosiguen los singulares casos… este presente año de 1682, y lleva la licencia de la orden como colofón por lo que cabe suponer idéntica factura editorial.[lvii] Principia de un modo inesperado, contando la historia de un judío de Tetuán, Aarón Benataz, y la de un moro esclavo, pertinaz en sus creencias, que al final abrazó el bautismo con el nombre de Gonzalo. El autor del relato las muestra como trofeos de Dios que quiso herir «con su diuina luz» las almas más perdidas. Sin duda es un buen principio, tan espectacular dentro de los cánones del género, que todos los escritores que escribirán luego sobre el famoso rescate volverán a estas dos historias. Pero de momento dejémoslo estar y sigamos el hilo de la crónica de la redención que se había interrumpido, en la Primera Relación Verdadera, al pie de los muros de Ceuta. Aquí exactamente la recupera el narrador de esta Segunda relación, aunque ya avanzado el pliego: 

    Auiendo retirado el Alcayde de tetuán los veinte Christianos, como se dixo en la relación primera, con tanto dolor de los Padres Redemptores que estauan tan a la vista. Enojado con el presumido agrauio de no auerle entregado el Moro, procuró lleno de cólera tomar en la Redempción su venganza… 

    Ya tenemos, de nuevo, el planteamiento del drama que, además, se desarrolla en dos acciones, con signo opuestos, que transcurren en paralelo: las maquinaciones diabólicas del alcalde de Tetuán que tratará por todos los medios de hacer fracasar la redención y, del lado positivo, las actuaciones de fray Martín de la Resurrección y fray Juan de la Visitación, los dos religiosos encargados de llevar a buen puerto la nueva misión. Ni que decir tiene quién andaba detrás de cada una de estas fuerzas antagónicas que, por cierto, anticipan los principios del bien y del mal que se enfrentarán en las obras de teatro que en el siglo XVIII se compusieron a partir de la historia del rescate. Para el relacionista, desde luego, no hay la menor sombra de duda de que el malvado alcalde obraba por «intento diabólico». Al amparo de este siniestro protector urdió una mentira para malquistar al rey con los frailes, consistente en convencerle de que se había pagado poco por alhajas de tanta estimación para los cristianos como eran las imágenes y que era obligado resarcir el daño pidiendo la entrega de quince moriscos de España, a cambio de las quince imágenes, o de lo contrario, éstas debían restituirse.[lviii] Los padres redentores no tuvieron más remedio que aceptar esta moneda de cambio, comprando los moros en el mercado de Ceuta, e incluso acudiendo a Málaga, hasta reunir el número preciso después de muchas penalidades. Pero ahí no acabaron las tribulaciones pues ya a punto de cerrar el trato, el avaro mandatario les requirió 1.000 pesos de lo descontado de los paños de Segovia conque se había pagado la liberación de los cautivos. Un nuevo engaño y otra cortapisa que eternizaba el ansiado fin de la redención. Nada era suficiente para la codicia del alcalde que, conforme avanza el texto, más se asemeja a esos personajes de comedia de figurón tan extremadamente malos que mueven a la burla. Al ver, finalmente, que sus planes se descubrían recurrió, enrabietado, a la violencia, encerrando a los frailes en las mazmorras y sometiéndolos a todo tipo de vejaciones y tormentos. La redención culminará, después de evitar que el insidioso edil quemase un cuadro con la imagen de la Virgen, gracias a la intervención providencial de dos mercaderes cristianos, el préstamo de los judíos de Tetuán y la voluntad inquebrantable de los frailes.[lix]

    Todos estos pasajes serán recogidos, más tarde, y explotados con los recursos propios del género dramático, en las dos comedias que se dedicaron a la historia del rescate: Glorias de Jesús Cautivo de Antonio Téllez de Acevedo[lx] y la más tardía y poco conocida El redentor redimido del trinitario Fray Juan de Jesús María.[lxi] Obras que despliegan un mundo de personajes que, asimismo, se inspira en algunos casos de milagros que recoge el compositor de esta segunda relación. Especialmente llamativo es el pequeño relato del judío Aarón que citábamos antes. Este hebreo «muy leído y noticioso en la Sagrada Escritura», servía de trujimán en los tratos entre redentores y las autoridades musulmanas. Las conversaciones frecuentes con los trinitarios terminaron por sembrarle dudas «hasta que vencidas las densas tinieblas de su engaño, con las sobrenaturales luzes de el Cielo, se rindió a el yugo de Iesu Christo, deseando por instantes labar en la fuente de el Bautismo sus culpas». Dejando mujer, hermanos y hacienda, acudió entonces a Ceuta donde estaban los padres redentores y comunicó su intención de abrazar la ley de Cristo: «concurrieron todos los Cavalleros y Soldados el día de su Bautismo, que fue en la Iglesia Cathedral, a nueue de Março de 1682 siendo su Padrino el Excelentíssimo Señor Don Francisco de Velasco, Gouernador y Capitán General de dicha Plaça, y en el Bautismo se llamó Francisco Antonio».[lxii] Su figura altiva y engreída pasó a la mencionada comedia de Téllez de Acevedo Glorias de Jesús Cautivo donde aparece, al final de la Jornada I, en la escena del serrallo. Allí confiesa que por «nativa razón» detesta la canalla cristiana, convicción de la que arrepentirá al final de la obra.[lxiii] 

    El segundo caso portentoso que es digno de recordar (segunda de las dos ganancias de Dios en palabras del escritor de esta relación) es el del esclavo moro que estando muy enfermo pidió a voces «que le llamasen a vn Religioso del Orden de los que iban a redimir que quería ser Christiano». Éste acudió y enfervorizado el muchacho solicitó, a continuación, le diesen las aguas del bautismo, poniéndole el nombre de Gonzalo, antes de expirar: «Hízose vn entierro muy honorífico con vniuersal gozo de toda la Ciudad».[lxiv] Un suceso milagroso, se apresura a decir el relator, despertó el celo del demonio «que començó a leuantar para vengar su cólera en la Redempción», como aquí se ha visto. Este Gonzalo regresará en las crónicas trinitarias posteriores con pocas diferencias respecto al pasaje original y no tanto en las tablas pues los autores de comedias citados prefieren asignar a los moros papeles de bobos o graciosos como el Hamete de las Glorias.

    La herencia de personajes que transcienden de las relaciones de sucesos de los años 1680 a las obras de teatro citadas, que ya son del siglo XVIII, se amplía, en cambio, con los caracteres espirituales que adquieren vida dramática a partir de las imágenes cautivas que fueron rescatadas por los trinitarios. La Jornada tercera de la obra de Téllez de Acevedo se desarrolla en un ambiente celestial. Rosaura, la cautiva, tiene un sueño místico en el que Jesús Nazareno le envía un arcángel para hacer justicia contra el infiel agareno. Ella ofrece convertirse. El segundo ángel detiene entonces la espada de San Miguel y la Virgen intercede ante su Hijo que, al final, perdona. Como puede comprobarse las sagradas efigies de la plaza fuerte de La Mamora, transmitidas por las relaciones y las crónicas, habían cobrado vida por medio de la representación del teatro de santos.[lxv]

    1. La transmisión de la historia del rescate en las crónicas de la Orden Trinitaria

    El siguiente eslabón en el proceso de transmisión de la memoria sobre la imagen de Jesús Nazareno (el último que vamos a tratar en este trabajo) corresponde a las crónicas trinitarias que se compusieron en las décadas siguientes a los sucesos estudiados. La primera obra que nos interesa, muy próxima aún a la famosa redención de 1682, es el discurso histórico y apologético que compone el P. Fray Rafael de San Juan bajo el título De la Redención de cautivos (Madrid, 1686). Está dedicado: A IESVS NAZARENO; REDENTOR DEL/ Mundo, en Culto, veneracion, y reverencia debida à su Santissima,/ y Devotissima Imagen, redimida del tyrano poder de Infieles Sarrace-/ nos… y colocada en su Convento de la Coronada Villa de Madrid,/ año de 1682, lo que es un epítome del famoso hecho que ya está adquiriendo aura mítica.[lxvi]

    La extraordinaria redención de 1681-82 se convierte, así, en la obra de fray Rafael, en un epifenómeno. La oportunidad para componer una historia de las redenciones de los trinitarios, aprovechando la notoriedad del suceso y el eco que han tenido los casos portentosos que lo han rodeado y de los que las relaciones anteriores (no olvidemos también cocinadas en claustros trinitarios) han dado buena cuenta. Por último la propia imagen de Jesús del Rescate que había llegado a Madrid envuelto en el misterio de sus afrentas y prodigiosa liberación, debió contribuir a reavivar el apego a los padres redentores. Todos estos ingredientes dieron alas a la ocasión que se presentó idónea para recuperar, desde la atalaya de la nueva fama, las glorias de una orden relativamente reciente en su rama descalza pero que ya había encontrado el tiempo de hacer memoria eminente de su ministerio, exaltando los principios del instituto, sus privilegios y revitalizando, al mismo tiempo, en los novicios de la orden, la correcta guía de uso del buen redentor. No debemos olvidar que la obra se compone en una etapa de aguda disputa con la religión de la Merced por la antigüedad de la que se hacen eco las palabras del padre Altamirano, jesuita que en la Aprobación del libro justifica que el autor salga en defensa de los remotos orígenes de su religión contra quienes la han impugnado. Si las 362 redenciones que habían hecho los trinitarios desde la época de San Juan de Mata y San Félix de Valois, los fundadores, hasta 1627, no eran suficiente timbre de honor, aquí estaban las ocho Redenciones Generales, las últimas que habían protagonizados los descalzos para demostrar su valía.[lxvii] Sólo la de Tetuán y Salé, en el reciente año de 1674 había reportado 128 cautivos y lo que es más importante: «vna Imagen de la Virgen Santíssima Señora nuestra, muy vltraxada de los Moros…».[lxviii]

    La especialidad en el rescate de imágenes sagradas resulta, en el discurso del trinitario, una estrategia de distinción, una suerte de vocación renovada del viejo ministerio militar de la orden, que el inopinado éxito de la decimocuarta Redención, la de Mequinez, ha traído como del cielo. Nos resume el escritor de la orden: «fue executada en las Ciudades de Mequinés, Fez y Tetuán, en el año 1682 por nuestro Padre Fray Miguel de Iesvs María, Fray Juan de la Visitación y Fray Martín de la Resurrección, y se redimieron diez y siete Imágenes Sagradas, con todos los Ornamentos, Cruzes y Vasos Sagrados, que los Moros avían cogido en el presidio de la Mamora, llamado San Miguel de Vltra-Mar…».[lxix]  No hay lugar a engaños: son las imágenes el objeto preferente de la Redención, muy por delante de los cautivos, difuminados en el relato. Seguimos leyendo: 

    Porque aviéndose apoderado los Moros de las Santas Imágenes, hizieron con ellas muchos vltraxes, y escarnios, y llevándolas como despojos de su triunfo a la Ciudad de Mequinés, las pusieron ante su Rey Muley Ismaín. Este las mandó arrastrar por las calles, en odio de la Religión Christiana, y después que las echassen a los Leones, como si fueran de carne humana, para que fuessen por ellos despedazadas. Hallòse en esta ocasión en dicha Ciudad Fray Pedro de los Ángeles, Religioso Lego de nuestra Religión Descalça, y vno de los que residen continuamente en aquellas partes, para el alibio, y consuelos de los Cautivos Christianos: y viendo a las Imágenes Sagradas tan maltratadas, entre tantas injurias, y afrentas, con lágrimas de dolor llegó al Rey Moro, ofreciéndose a su rescate y assegurándole, confiado solo en la Divina piedad y providencia; permitiéronle que las recogiesse, y guardasse; pero con apercibimiento, y amenaza, que si no cumplía su promessa, le avían de quemar vivo… 

    El tema del sacrilegio, amplificado con detalles que no figuraban en las relaciones anteriores, centra la atención del historiador trinitario. Se asienta el relato del escarnio por las calles de Mequinez, apenas esbozado en el Aviso Verdadero. Y se alude a la orden de que fuesen entregadas en despojo a los leones, pasaje que incorporó la Relación Primera. De otro lado adquiere protagonismo Fray Pedro de los Ángeles como mediador, una figura a la que se aludía simplemente como el «hermano lego» o «un trinitario» en los pliegos sueltos. Es él quien avisa a los prelados de la Orden para que dispongan la redención. En cuanto a las imágenes, que ya conocíamos de la Relación Primera, se aprecian algunos cambios que tienen relación con su aderezo y decoro que recibieron cuando llegaron a Madrid: 

    Vna Imagen de Jesvs Nazareno, de cuerpo natural, con su tunicela de tafetán morado (…) Vna nuestra Señora del Rosario de talla, y estofada, con su peana, y manto de tela (…) Mas vna hechura de cuerpo natural y entero del Archangel San Miguel, Patrón de la Plaça de la Mamora con su peana.[lxx] 

    Del Cautivo se glosan sus virtudes, origen de un discurso propiamente teológico que se repetirá en las primeras novenas y oraciones: «Vos sois el Fortísimo, el Rey sobre toda Magestad; el Señor sobre todas las Dominaciones y Potestades; el Santo de los Santos… y en fin sois JESVS NAZARENO, hermosa Flor del Campo, fragante Lirio del Valle, vn Supuesto en dos Naturalezas, Verdadero Dios, y Verdadero Hombre… [el que deja] libre al Cautivo y aprisionado al Tyrano… Testigo doloroso es vuestra Imagen Sacra de aver passado a lo insensible la ira».

    Una imagen que había llegado hasta España, como ya sabemos, después de un viaje lleno de prodigios y cosas notables. El autor se mantiene, en este punto, fiel a la literalidad de la Relación Primera que aprovecha como material para su crónica. Añadiendo, eso sí, lo referente a la parte final del viaje y la entrada en la villa de Madrid que no recogían las relaciones de 1682. Lo primero que se hizo al llegar las imágenes a la Corte fue una procesión en desagravio y se colocaron las imágenes con gran aparato en la iglesia del Convento. Más tarde se celebró el triduo que fue ocasión para difundir, ahora desde el púlpito la historia de las injurias: 

    Con asistencia de la misma Villa y Cabildo della a todos los Sermones en que con grande erudición se representó toda la trágica historia y cautiverio de las dichas Imágenes Santas, con passos lamentables y tiernos, mezclados con vozes, y conceptos de Oradores, que movían a lágrimas de devoción y compassión, se repartieron [las imágenes] entre las Reales Personas, y otros Señores Grandes, que se avían prevenido a pedirlas. Al Archángel San Miguel, Patrón de la Mamora se dio al Rey… A nuestra Señora del Rosario se dio a la Reyna… Y a San Joseph se dio a la Señora Reyna Madre Doña Mariana de Austria. Con el JESVS NAZARENO, se quedó nuestro Convento de Madrid 

    Otros sucesos que hicieron célebre la Redención como la conversión del judío Aarón y la del muchacho moro que a punto de perder su alma fue bautizado como Gonzalo también están presentes en esta crónica de redenciones que lleva de la mano al lector al paroxismo de la Redención de las imágenes. La fuente es, ahora, la Segunda Relación Verdadera, a la que se añade alguna digresión teológica como la que se dice a propósito del converso Gonzalo que «se lo llevó Dios al Cielo para ostensión de las riquezas de su gloria, en los vasos de misericordia que preparó para la gloria, como dize el Apóstol».[lxxi]

    Aunque centrada en elogiar la vida del padre Juan Bautista de la Concepción, El Diamante Trinitario y mejor oro de Oreto, obra escrita por el padre fray Melchor del Espíritu Santo, natural de Cienpozuelos, es un segundo hito en la historiografía trinitaria descalza que debemos tener presente.[lxxii] Escrito casi treinta años después de la obra de Fray Rafael, incluye una adición: «Los pingues frutos que ha dado en la Santa Iglesia la Descalçez Trinitaria» que recoge las ocho grandes redenciones que ya epilogaba el padre San Juan, e cita naturalmente la de 1682.[lxxiii] Antes de entrar en ellas, sin embargo, fray Melchor ajusta cuentas con a merced descalza que se oponía a que esta nueva rama observante ejerciera dicho instituto de la redención en África y recuerda la sentencia a favor que sacó el Consejo de Castilla, el 7 de enero de 1621.

    De las tres últimas redenciones, centradas en el reino de Fez, destaca la figura de Fray Diego de Jesús «el que después escrivió vn tomo de los Anales de la Orden» y don Pedro Antonio de Aragón que se adivina el auténtico mantenedor de la actividad hospitalaria de la orden en las provincias, sobre todo a partir de la redención de 1677 en que se fundarfon los nosocomios de Fez y Tetuán: «con asistencia de tres Religiosos en cada vno (…) Y todo se mantiene con las rentas que puso el Excelentíssimo señor Don Pedro Antonio de Aragón, Patrón de dicho hospitales».[lxxiv] Sin esta plataforma asistencial, de donde vinieron las primeras mediaciones en el negocio del rescate del Cristo, hubiera sido inviable la redención de 1682. Sobre ella se contabilizan 211 cautivos, pero «lo más precioso… se muestra en aver redimido dos almas del cautiverio de Satanás…», ¿y qué otras podían ser sino las del judío Aarón Benataz y del moro Gonzalo?

    La continuidad de la transmisión historiográfica es manifiesta en otros muchos pasajes de la obra dieciochesca de Fray Melchor del Espíritu Santo, especialmente en la descripción del sacrilegio de las imágenes, cuadro de gran potencia narrativa que traspasó los siglos: «las mandó arrastrar por las calles de la Ciudad de Mequinez y después echarlas al lago de los leones para que las hollassen y despedaçassen, en desprecio y escarnio de nuestra santa Religión. A tanto llegó el odio y saña de este Bárbaro Rey». Aunque añade un matiz de juicio preilustrado del que carecían los textos anteriores: «algunos cristianos lo veían con harta pena mas como era mandato Real no se atrevieron a estorvarlo, y a la verdad fue damnable pusilanimidad, pues debieran dar la vida por impedirlo».[lxxv] Por contra la llegada a Madrid y la solemne procesión es más detallada que en los anteriores relatos y denota un aire cortesano que es ya el de la hermandad nobiliaria que se había fundado en 1710:[lxxvi] 

    Iban por su orden las Santas Imágenes en ombros de los Nobles, adornadas a las mil maravillas, y con el Escapulario Trinitario, por señal de que avían sido rescatadas: presidía a todas la devotíssima Imagen de Jesús Nazareno… quantos le miraban dolorido e injuriado, prorrumpían en actos de contrición, demostrada en tiernos sollozos…[lxxvii] 

    La propia descripción de la piadosa imagen ha cambiado, enriqueciéndose con las donaciones de estas mismas familias: «Vna Imagen devotíssima de Jesvs Nazareno, de estatura natural, con su tunicela de tafetán morado, ligadas manos, y cuello con vn gruesso cordón, texido de seda y oro». Como también lo ha hecho la Virgen del Rosario que ahora figura «con su peana y manto de seda passada de Milán».[lxxviii] Mientras que la Santa Lucía que también figuraba entre las rescatadas «permanece en mi convento de Torrejón de Velasco con singular culto».

    Del Nazareno concluye diciendo el padre Melchor: «se quedó mi Convento de Madrid que le ha fabricado vna suntuosa Capilla donde se venera con aplauso y séquito de toda la Corte». Informando a continuación de las copias que se habían sacado de un original del que ya corría la fama milagrera: una está en Visna (Lituania), otra en Viena, otra en Valencia, otra en Alcázar y otra en Alcalá de Henares; asimismo en Valdepeñas bajo el patronazgo del Marqués de Santa Cruz y otra en el convento de las benitas de Santo Domingo el Antiguo de Toledo. De la de Sevilla dirá «que es imán de los coraçones de toda aquella Ciudad».[lxxix]

    [i] Este artículo forma parte del Proyecto I+D Memoria de los orígenes y estrategias de legitimación del discurso histórico eclesiástico-religioso en España. Siglos XVI-XVII (HAR 2009-13514), financiado por la Subdirección General de Proyectos de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación.

    [ii] García García, Bernardo José, La Pax Hispánica. Política exterior del Duque de Lerma, Lovaina, Leuven University Press, 1996, pp. 97-103.

    [iii] García Arenal, Mercedes y De Bunes, Miguel Ángel, Los españoles y el norte de África. Siglos XV-XVIII, Madrid, Mapfre, 1992.

    [iv] En particular con el reino beréber del Cuco, situado en el macizo montañoso de la Gran Kabilia. Cfr. Rodríguez Joulia y Saint-Cyr, C., Felipe III y el Rey de Cuco, Madrid, 1953.

    [v] García García, Bernardo José, La Pax Hispánica… p. 98.

    [vi] Alonso Acero, Beatriz, Sultanes de Berbería en tierras de cristiandad. Exilio musulmán, conversión y asimilación en la Monarquía hispánica (siglos XVI y XVII), Barcelona, Bellaterra, 2006, pp. 102-106.

    [vii] RELACION/ DE LA FELICISSIMA EN/ trada de Larache, por el señor Marques de San/ German, con todo lo que el caso suce-/ dido, a veynte de Nouiembre de/ mil y seyscientos y/ diez años. Sevilla, Alonso Rodríguez Gamarra, 1610.

    [viii] García Arenal, Mercedes y De Bunes, Miguel Ángel, Los españoles y el norte de África.…, pp. 134-136.

    [ix] RELACION/ SVMARIA, QVE SE EMBIA A SV MAGESTAD,/ de la vitoria que Dios nuestro Señor á dado en la empressa de la/ fuerça, y puerto de la Mamora, a su Real Armada, y exercito del/ mar Occeano, Capitan General don Luis Faxardo,/ Y en que an concurrido cinco Galeras de España,/ a cargo del Duque de Fernandina, y tres/ de Portugal, Capitan General/ el Conde de Elda./ Sevilla, Alonso Rodriguez Gamarra, 1614.

    [x] Ibídem, s/p [h. 2ro].

    [xi] García Arenal, Mercedes y De Bunes, Miguel Ángel, Los españoles y el norte de África…, p. 130.

    [xii] RELACION/ SVMARIA, QVE SE EMBIA A SV MAGESTAD…, s/p [h. 2vo].

    [xiii] Horozco, Agustín de, DISCVRSO/ HISTORIAL DE LA/ presa que del puerto de la/ Maamora hizo el Armada Real/  de España en el año 1614. Madrid, Miguel Serrano de Vargas, 1615. Recogido en: Bauer y Landauer, Relaciones de África (Marruecos), Madrid, Editorial Ibero-Africo-Americana, [1923], p. 301.

    [xiv] Ibídem, p. 334.

    [xv] RELACION/ VERDADERA DE LA VITO-/RIA QUE DOZIENTOS SOLDADOS/ del fuerte de San Felipe de la Mamora, tuvieron contra/ mas de dos mil Alarabes, que les salieron de vna embos-/ cada, yendo los Cristianos a hacer faxina. Dase cuen-/ ta de la conversion de vn Moro principal/ hijo de vn Alcayde, con las otras cosas/ dignas de ser sabidas, s.l., s.i., [1616]. Recogido en: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 285.

    [xvi] RELACION/ DE LA GRAN VITORIA/ QVE LOS SOLDADOS DEL FVERTE/ de San Felipe de la Mamora, tuuieron contra mas de qua-/ tro mil moros, y de como les mataron mas de trezientos,/ y les tomaron quatro estandartes. Dase cuenta de/ las grandez auenidas que este año á avi-/ do en aquellas partes. Sevilla, Francisco de Lyra, 1618. Recogido en: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 275.

    [xvii] RELACION/  muy verdadera, que el mismo Capitan Chris-/ toual Lechuga, Gouernador de la Mamora, embióa esta ciudad de/ Seuilla al licenciado Antonio Moreno Cosmografp de su Magestad/ vezino della, de todo lo sucedido en la dicha Fuerça contra/ moros, desde doze de Myo aora, en esste pre-/ sente año de mil y seiscientos y veinte. Sevilla, Juan Serrano de Vargas, 1620. Sobre esta relación y otras publicadas por Serrano de Vargas consúltese: Espejo Cala, Carmen, «Juan Serrano de Vargas, impresor y mercader de noticias» en López Poza, Sagrario, Las noticias en los Siglos de la Imprenta Manuel», A Coruña, Sielae & Sociedad de Cultura Valle Inclán, 2006, pp. 37-48.

    [xviii] RECOPILA-/ CION DE LAS HEROYCAS HAZAÑAS/ y famosos hechos del Excelentissimo Duque de Maqueda,/ Virrey de Oran. Y del Capitan Iuan del Castillo, en la Ma-/ mora: Y del Gouernador Francisco Carrillo de Santoyo/ en Alarache, todo en este año de mil y seiscientos y diez/ y nueue. Sevilla, Juan Serrano de Vargas y Ureña, 1619. Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 227.

    [xix] VITORIA/ FAMOSA QVE EL/ GOVERNADOR DELA [sic] MAMORA TVVO/ con el Morabito General de los Moros de Salè. Dase/ quenta de la sangrienta batalla q uvo entre los/ dos Campos, y los despojos q los nuestros/ les quitaron, hasta el Estandarte q/ trayan. Año de 1625. Sevilla, Juan Cabrera, 1625.

    [xx] CARTA/ DE TOMAS DE LA RAS-/ PURA, GENERAL DE LOS GALEONES/ de tierra firme, en que da quenta de la gran presa que hizo/ en la Artilleria, polvora y municiones del enemigo que/ estava sobre la Mamora, y de como le mató mu-/ chos Moros, y obligó por fuerça a desecar/ aquella plaça. Dase quenta de lo que descubrio una espia mora, que cau-/ tivo Don Iuan de Toledo ayudante de Sar-/ gento mayor. Sevilla, Francisco de Lyra, 1628. Recogido en: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 289.

    [xxi] González Fandos, Pilar, «Gloria Mundi. Las relaciones de sucesos políticos y militares», en Espejo Cala, Carmen, Peñalver Gómez, Eduardo y Rodríguez Brito, María Dolores, Relaciones de Sucesos en la BUS, antes de que existiera la prensa…, Sevilla, Universidad de Sevilla y BUS, 2008, pp. 56-71.

    [xxii] Fray Ambrosio de Valencina [OFM Cap.], Reseña histórica de la Provincia Capuchina de Andalucía, Sevilla, Imprenta Divina Pastora, 1906, III, p. 146, apud. Nicolao Cordubensi, Brevis Notitia Almae Capuccinorum S.P.N.S. Francisci Baethicae Provinciae in Hispania, Mediolani, 1889, pp. 2-73.

    [xxiii] QVIEN COMO DIOS?/ MEMORIAL/ DADO A LA CATO-/ lica Magestad de el Rey nuestro/ señor D. Felipe III. Sobre la Inuocacion del Glo-/ rioso Arcangel San Miguel Capitan Ge-/ neral de los Exercitos de/ el Cielo. Madrid, Juan Sánchez y Sevilla, Juan Gómez de Blas, 1643. La relación incorpora el Capítulo de la Carta del Padre Severo: «dízese que los Moros han muerto tres mil hombres a don Luis Faxardo y que nuestra gente mató veinte mil dellos… y aduierta v. m. que se le quite el nombre de la Mamora y se le ponga de S. Miguel o el Puerto de S. Miguel y se lo encomiende al Angel en custodia que le guardará y conservará y su día será célebre allí… Afirmoos que sé en confessión de vna persona a quien el Arcangel se comunicó que estaua quexoso de su Magestad porque siendo en su Tutela, Protección, y Guarda  de sus Reynos, tan poca memoria tenía dél» (Granada, 9 de septiembre de 1614). CAPITVLO DE LA CARTA DE EL PADRE/ Seuero citada en este memorial, h. 2vo.

    [xxiv] Natural de Lucena y fundador de la rama observante capuchina. Tenía estrecha comunicación con don Juan Fernández de Velasco y Tobar, Condestable de Castilla, Duque de Frías, y con don Juan de Zúñiga Avellaneda y Bazán, Conde de Miranda. El Duque de Lerma cuando dejó la corte se lo llevó a Lerma. Predijo su muerte y entierro en el convento de Antequera, fundación suya. Cfr. EPITOME DE LA VIDA Y DICHOSO TRANSITO/ del Sieruo de Dios el Venerable Padre Fray Seuero de Tobar; por el/ Illustrissimo, y Reuerendissimo señor don Fray Antonio de Biedma, de la/ Orden de santo Domingo, Obispo de la santa Iglesia de Almeria,/ de el Consejo de su Magestad, en Ibídem, h. 3ro.

    [xxv] Decretum Sacrae Congregationis (1646). Cfr. Ambrosio de Valencina, Reseña histórica…, p. 149.

    [xxvi] Los capuchinos escribieron al Consejo de Guerra que decidió que la iglesia ocupase las casas del Gobernador D. Antonio de Medina. El gobernador no dejó, desde ese momento, de importunar a los frailes que se quejaron al obispo de Cádiz que a su vez elevó súplica al rey. La querella terminó con la destitución del mencionado Medina. Carta del obispo de Cádiz al rey quejándose de las ofensas que sufrían los religiosos (4 de noviembre de 1646). Cfr. Valencina, Reseña histórica…, p. 152: «no obstante que tiene carta real de Vª Majestad en que le ordena y manda que preste a aquellos Padre pasages de benevolencia; no solo no se los hace, antes los molesta en lo que puede…»

    [xxvii] Ambos fueron constituidos comisarios del Santo Oficio de dichos lugares (Granada, 5 de noviembre de 1660). El rey escribió a los gobernadores de aquellas plazas sendas cédulas reales, 26 de octubre de 1660). Fray Ambrosio de Valencia (OFM Cap.), Reseña histórica…, III, capítulo XLVIII, pp. 347-356.

    [xxviii] P. Isidoro de Sevilla [OFM Cap.], Libro de la fundación de los conventos de la provincia de capuchinos de Andalucía. Manuscrito conservado en el Archivo de la Curia Provincial de Capuchinos de Andalucía, p. 660. Fray Ambrosio de Valencia (OFM Cap.), Reseña histórica…, vid. supra.

    [xxix] Sánchez Belén, Juan Antonio, «Las relaciones internacionales de la Monarquía Hispánica durante la regencia de Doña Mariana de Austria», Studi Historica. Historia Moderna, 20 (2000), p. 152.

    [xxx] García Arenal, Mercedes y De Bunes, Miguel Ángel, Los españoles y el norte de África.…, p. 141.

    [xxxi] Donde se consigue conservar Ceuta y conquistar Alhucemas (1673). Cfr. Sánchez Belén, Juan Antonio, «Las relaciones internacionales….», pp. 153-154 y 167.

    [xxxii] RELACION/ VERDADERA DE LO SVCEDIDO EN/ en la Mamora, como entró en nuestro socorro, y las preuen-/ ciones que el Excelentissimo Señor Duque de Veraguas/ hizo con toda breuedad, donde se declara el tiempo que/ se peleó con el enemigo, y como se le puso/ en huida, dexando muchas escopetas, con/ muerte de mil y setecientos/ Moros. [Cadiz, s. i., 1671]. Recogido en: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 297.

    [xxxiii] SEGVNDA/ RELACION VERDADERA, EN QUE/ se dá quenta de muchas particularidades sucedidas con el/ Huracán, que sobrevino a la Ciudad de Cadiz; y de como/ se metio socorro en la Mamora, sitiada actualmente por el/ Rey Tafilete, y los Nombres de los Nauios y embarcacio-/ nes que se perdieron, y los muertos que se han en-/ terrado hasta el dia veintinueve de Março/ de mil y seiscientos y setenta y uno. Cadiz, [s. n.], 1671. Recogido en: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 293. Hay también una impresión sevillana del mismo acontecimiento que, sin embargo, no da noticias del socorro: COPIA DE CARTA/ REMITIDA DE LA CIV-/ DAD DE CADIZ A ESTA DE SEVILLA, EN QVE/ da cuenta de lo sucedido en dicha Ciudad de Cadiz, con/ el Huracan que e sobrevino en 15 de Março/ deste presente año de 1671. Sevilla, [s. n.], 1671.

    [xxxiv] García Arenal, Mercedes y De Bunes, Miguel Ángel, Los españoles y el norte de África.…, pp. 262-269.

    [xxxv] AVISO VERDADERO/ Y LAMENTABLE RELACION, QVE HAZE/ EL CAPITAN DON FRANCISCO DE SANDOVAL Y/ Roxas, Cautivo en Fez, al Excelentissimo señor Don Pe-/ dro Antonio de Aragón, dandole quenta de las sacrilegas/ acciones que han obrado los perfidos Mahometanos con/ las Santas Imagenes y cosas Sagradas que hallaron/ en la Mamora: Entrega de dicha Plaça:/ Trato que hizo el Governador della/ con los Moros; y lo demas/ qve verá el Curioso.  Madrid, [s. n.] 1681. Recogido en: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 93.

    [xxxvi] Fue además persona de gran cultura, poseedora de una excelente biblioteca y mecenas de las artes. Cfr. Carrió-Invernizi, Diana, El gobierno de las imágenes. Ceremonial y mecenazgo en la Italia española del siglo XVII. Frankfurt/Madrid, Vervuert, 2008, capítulo III, «El Virreinato de Nápoles».

    [xxxvii] Fernández Chaves, Manuel F., «Entre Quality Papers y prensa amarilla: turcos, moriscos y renegados…», en Espejo Cala, Carmen, Peñalver Gómez, Eduardo y Rodríguez Brito, María Dolores, Relaciones de Sucesos en la BUS..., pp. 72-81.

    [xxxviii] AVISO VERDADERO/ Y LAMENTABLE RELACION…, en: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 93.

    [xxxix] Begrand, Patrick, «Las figuras del renegado y del mártir, metáforas del infierno y del paraíso», en Civil, Pierre, Crémoux, Françoise y Sanz, Jacobo (eds.), España y el Mundo Mediterráneo a través de las relaciones de sucesos (1500-1700), Salamanca, Universida de Salamanca, 2008, p. 26. Por lo demás para la literatura de frontera véase: sola.archivodelafrontera.com.

    [xl] AVISO VERDADERO/ Y LAMENTABLE RELACION…, en: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 94.

    [xli] De esta traición quedan exculpados los caballeros que se opusieron a la entrega y convencieron al rey de Fez para el rescate: Don Antonio Correa, caballero de Ceuta, Don Domingo Grande de los Coleos, capitán de infantería y Lucas de Zúñiga, natural de Madrid.

    [xlii] AVISO VERDADERO/ Y LAMENTABLE RELACION…, en: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 95.

    [xliii] García de Enterría, Mª Cruz, «Retórica menor», Studi Spanici, 1990, pp. 271-291.

    [xliv] AVISO VERDADERO/ Y LAMENTABLE RELACION…, en: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, pp. 95-96.

    [xlv] Fernández Villa, Fray Domingo (OFM Cap.), Historia del Cristo de Medinaceli, Everest, 2007, bibliografía citada en nota 7.

    [xlvi] Hernández Díaz, José, «La imagen del Santo Cristo de Medinaceli», Archivo Hispalense, XVIII (1953), pp. 221-222. Roda Peña, José, «Iconografía escultórica de Jesús Cautivo y Rescatado en Sevilla y su provincia», en Ibídem., VIII Simposio sobre Hermandades de Sevilla y su provincia, Sevilla, 2007, pp. 235-263.

    [xlvii] Fernández Vila, Fray Domingo (OFM Cap.), Historia del Cristo de Medinaceli…, nota 7.

    [xlviii] García Arenal, Mercedes y De Bunes, Miguel Ángel, Los españoles y el norte de África…, pp. 239-255.

    [xlix] AVISO VERDADERO/ Y LAMENTABLE RELACION…, en: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 96.

    [l] RELACION/ NUEVA DE LAS COSAS/ MAS NOTABLES, QVE HAN SVCE-/ dedo a los Padres Redemptores del Orden de la Santis-/ sima Trinidad Calçados de las Prouincias de Castilla,/ y Andaluzia, en la Rdempcion que han hecho en Arcila,/ Alzaçar, Zalé, Fez, y otras Ciudades de Africa, sa-/ cando 136 cautiuos Cristianos del/ poder de infieles. Valencia, Geronimo Vilagrasa, 1661, en: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 253.

    [li] RELACION PRIMERA/ VERDADERA, EN QVE SE DA CUENTA DE LOS/  singulares sucessos, que han tenido los Muy Reverendos/ Padres Redemptores, del Orden de Descalços de la Santis-/ sima trinidad, Redempcion de Cautivos Christianos, en la/ Redempcion que han hecho en el Reyno de Fez este año/ de 1682 en cumplimiento de su celestial Instituto. Refie-/ rense las Imagenes de Christo, de su Santtissima Madre, y/ de otros Santos, que han sacado del poder de los Barba-/ ros; las afrentas, é injurias que con ellas obraron;/ dase principio á referir los trabajos que los/ Padres Redemptores han padecido/ en esta Redempcion [s. l., s. i., 1682]. Recogido por: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 101.

    [lii] Fernández Vila, Fray Domingo (OFM Cap.), Historia del Cristo de Medinaceli…, p. 13.

    [liii] RELACION PRIMERA/ VERDADERA…, en: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 108.

    [liv] Ibídem, p. 109.

    [lv] Ibídem, p. 110.

    [lvi] Ibídem, p. 112.

    [lvii] SEGUNDA RELACION/ VERDADERA, EN QVE SE PROSIGUEN LOS SINGU-/

    lares casos, que han sucedido en la Redempcion que han/ hecho este presente año de 1682. los muy Reverendos Pa-/ dres Redemptores de la Sagrada y Esclarecida Orden de/ Descalços de la Santissima trinidad, Rdempcion de Cau-/ tivos, en cumplimiento de su celestial Instituto, en el Reyno/ de Fez. Dase cuenta de los trabajos, que assi ellos, como/ otros Religiosos de dicha Orden han padecido, y de las/ conuersiones que obró Dios nuestros Señor por/ su medio, y del numero de Cautiuos/ Christianos rescatados [s. l., s. i., 1682], en: Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 108.

    [lviii] La leyenda de las treinta monedas de plata que soportó el platillo hasta igualar el peso de la imagen del Nazareno, como ya supo ver Fernández Villa, puede tener su origen en este complicado ardid del alcalde de Tetuán que llena unas cuantas planas de la Segunda Relación y, por supuesto, se amplió en las sucesivas reelaboraciones dramáticas de la historia.

    [lix] SEGUNDA RELACION/ VERDADERA…, Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 123.

    [lx] Téllez de Acevedo, Antonio, COMEDIA NUEVA./ GLORIAS DE JESUS/ CAUTIVO,/ Y PRODIGIOS/ DEL RESCATE./ HISTORIA DE LA MILAGROSISSIMA/ Imagen de Jesvs Nazareno, que se venera en su Casa,/ y Convento de Religiosos Descalzos de la Santissi-/ ma Trinidad, Redencion de Cautivos,/ de esta Corte. Madrid, s. i.,, s. a., [1732].

    [lxi] Fray Juan de Jesús María (O.SS.T), Comedia Famosa el Redemptor Redimido/ Jesus Nazareno, rescatado de poder de Mo-/ ros el año 1682. Por los R.R.mos P.P./ Trinitarios Descalzos: Redemptores de Cau-/ tivos Xrnos. Biblioteca Nacional, Ms. 16.057.

    [lxii] SEGUNDA RELACION/ VERDADERA…, Bauer y Landauer, Relaciones de África…, pp. 116 y 117.

    [lxiii] Téllez de Acevedo, Antonio, COMEDIA NUEVA./ GLORIAS DE JESUS/ CAUTIVO…, p. 10.

    [lxiv] SEGUNDA RELACION/ VERDADERA…, Bauer y Landauer, Relaciones de África…, p. 118.

    [lxv] Téllez de Acevedo, Antonio, COMEDIA NUEVA./ GLORIAS DE JESUS/ CAUTIVO…, pp. 36-37.

    [lxvi] Fray Rafael de San Juan, (O.SS.T.), De la Redencion de Cautiuos Sagrado Instituto del Orden de la SSma. Trinidad: de su antiguedad, calidad y priuilegios que tiene y de las contradiciones que ha tenido. Madrid, Antonio González de Reyes, 1686.

    [lxvii] CAPITVLO XIV/ DE LAS MUCHAS, Y COPIOSAS/ Redenciones que ha hecho la Orden de la Santissima/ Trinidad, en: Fray Rafael de San Juan, (O.SS.T.), De la Redencion de Cautiuos, p. 92.

    [lxviii] Fue dirigida por los padres Fray Miguel de la Virgen, Fray Juan de San Bernardo y Fray Diego de Jesús. La décimotercera fue en el año 1677, en Fez, Tetuán y Salé, redimiendo a 132 cautivos el mismo fray Miguel, fray Juan de la Visitación y Fray Francisco de los Reyes «y en ella se fundaron los hospitales». Ibídem, p. 99-101.

    [lxix] Ibídem, pp. 104-105

    [lxx] Ibidem, p. 106.

     

    [lxxi] Ibidem, pp. 108-109.

    [lxxii] Fray Melchor del Espíritu Santo, EL DIAMANTE/ TRINITARIO/ Y MEJOR ORO DE ORETO… F. Juan Baptista de la Concepcion.. Madrid, por la viuda de Juan García Infanzón, 1713.

    [lxxiii] Ibidem, CAPITULO VII./ EPILOGANSE LAS REDENCIONES DE/ Cautivos, que ha hecho mi Descalçez Trinitaria…, p. 431]

    [lxxiv] Además se fundó otro hospicio en Ceuta que después se ha hecho Convento Real, Ibidem, p. 440.

    [lxxv] Ibidem, p. 444.

    [lxxvi] Sánchez de Madariaga, Elena, «Fundación y primera época de la Cofradía de Jesús Nazareno en Madrid» Juan Aranda Doncel (Coord.), Actas del Congreso Internacional Cristóbal de Santa Catalina y las Cofradías de Jesús Nazareno, Córdoba, 1991, tomo I, pp. 385-392.

    [lxxvii] Fray Melchor del Espíritu Santo, EL DIAMANTE/ TRINITARIO/ Y MEJOR ORO DE ORETO…, pp. 446-47.

    [lxxviii] Ibidem, p. 443.

    [lxxix] Ibidem, pp. 448-449.