Historia del pazo de Oca

Del «hortus conclusus» al jardín paisajista

El pazo de Oca y sus jardines son el resultado de la transformación de una primitiva fortaleza medieval con un pequeño coto en palacio con huerta y jardines de recreo,  mutación que toma por modelo, en el siglo XVIII, el palacio cortesano del barroco y, en el XIX, las innovaciones románticas y paisajísticas de los jardines de los palacios reales. Dividimos esta historia en períodos, a los que puedes acceder haciendo clic sobre cada fecha del eje cronológico situado abajo, que señalan su inicio.

S.XV
1586
1718
1805
1879
1926
1978

Los primeros señores de Oca

Aunque la tradición pretende que preexistía en este lugar una antigua fortaleza desde el siglo XII, los primeros vestigios materiales que aún hoy subsisten datan de mediados del siglo XV y son contemporáneos de los primeros señores de Oca de los que tenemos constancia documental: Álvaro de Oca y su hijo Suero. Este último participó en el bando del conde de Camiña, Pedro Álvarez de Sotomayor (más conocido por su sobrenombre, Pedro Madruga) en las luchas que, con motivo de la sucesión a la Corona de Castilla, enfrentaron, durante el último cuarto del s. XV, a gran parte de la nobleza gallega partidaria de la hija de Enrique IV (Juana “la Beltraneja”) contra el poderoso arzobispo de Santiago, don Alonso de Fonseca, que apoyaba la causa de la princesa Isabel, futura Isabel la Católica. El prelado, ayudado por las tropas del conde de Monterrey, castigó al señor de Oca apoderándose, en 1477, del lugar y de su fortaleza. La victoria de Fonseca significó que dicho señorío se consolidara dentro de la jurisdicción de la mitra compostelana hasta 1564 en que pasa a integrar el patrimonio de la Corona.

Un «hortus conclusus» renacentista

Zaguán del Pazo de Oca con el escudo de Neira

Felipe II, por escritura de compraventa firmada en El Pardo el 15 de noviembre de 1586, vendió por 195.775 ms. el pequeño estado de San Esteban de Oca, con su jurisdicción civil, a una señora llamada María de Neyra, hija de un regidor de Santiago de Compostela, Juan de Otero y Neira y viuda de otro, don Gonzalo de Luaces. Esta señora, en 1590, lo agregó, por vía testamentaria, a los mayorazgos que había recibido de su padre y de su difunto marido, constituyendo un vínculo que además de este estado incluía, entre otros, los oficios de regidor perpetuo de la ciudad de Santiago, las “casas grandes” de dicha ciudad y el patronato sobre algunas capillas compostelanas (A.S. Iglesias Blanco, 2008, p. 110 y ss.). En él sucedió su hijo, Juan de Neira, casado con María de Mendoza y Bermúdez de Castro a quien, a su vez, sucedió su hija Catalina, casada con Juan Gayoso Noguerol, apellido «Gayoso» que, desde entonces y hasta el siglo XX, señalará a todos los sucesores en el citado mayorazgo y, por tanto, a los señores y a los propietarios de Oca.

La primitiva fortaleza de Oca, aquella que perdió Suero, se compondría muy posiblemente de dos torres unidas por un cuerpo intermedio todo almenado. En el último tercio del s. XVI, en tiempos de los Neira, se hicieron algunas transformaciones de las que todavía quedan claros testimonios. Así, las puertas enfrentadas del zaguán de entrada, coronadas por las armas de los Neira y los Luaces, aunque no fuera esta su ubicación primigenia, nos señalan la intervención de estos en la primitiva fortaleza, mucho antes, por tanto, de las reformas dieciochescas. En algunos de los portales de la muralla que rodea el perímetro de los jardines todavía se distinguen hoy las armas de los Neira, Luaces, Bermúdez de Castro y Mendoza, las del matrimonio de los, anteriormente mencionados, segundos señores de Oca, lo que nos evoca una antigua huerta formada por terrazas que perseguiría, con su amurallamiento, el ideal del hortus conclusus  que el Renacimiento heredó del medioevo y en la que ya se habría iniciado la construcción del sistema intramuros de canalización del agua que desembocaría en una represa, citada en el testamento de María de Neira de 1594, que estaría emplazada en lo que hoy es el estanque de arriba.

La transformación palaciega

Casa de Pilatos, Logia del Jardín

Aunque este plano data de 1805, recoge la fachada principal del palacio de Oca y la distribución interior de su planta noble, con indicación de sus usos, tal como quedaron a mediados del siglo XVIII, con la transformación palaciega de la vieja fortaleza medieval.

Tres generaciones suceden a doña María en el señorío de Oca hasta que, a principios del siglo XVIII, le correspondió a Andrés Gayoso Neira cuyo matrimonio con Constanza Arias Ozores, heredera sobrevenida, por fallecimiento sin sucesión de sus dos hermanos varones, de la Casa de Amarante —que comprendía dos títulos de nobleza el condado de Amarante y el más reciente marquesado de San Miguel de Penas y de la Mota—señala el inicio, por una parte, de la conversión palaciega de la vieja fortaleza de Oca y, por otra, de los sucesivos  entronques matrimoniales que integrarán el señorío de Oca en casas nobiliarias de creciente importancia hasta integrarse en la alta nobleza. 

La marquesa condesa, como su madre, era dama de honor de la reina Isabel de Farnesio. Es ella la que aportará al matrimonio el dinero y las formas de vida cortesanas que darán su nueva fisonomía al Pazo cuyas obras empiezan en la década de 1720. 

En los jardines, la obra más importante de estos VI señores de Oca fue el diseño y construcción de los estanques, “dignos –según Otero Pedrayo– de una villa cardenalicia” cuya descripción puede verse en la sección “Apuntes visuales”. La arquitecta paisajista, Consuelo Martínez Correcher, del estudio de los papeles que sobre Oca guarda el Archivo Ducal de Medinaceli, dedujo que este jardín del siglo XVIII, cuya transformación se inició en su segunda década “fue una hermosísima huerta, delicada y palaciega con un propósito dual de utilidad y belleza, verdadero ideal dieciochesco. Su dimensión de huerta ornamentada se la proporcionaban los perfiles de plantas medicinales que contorneaban las plantaciones alimentarias”. 

La actual distribución del interior del palacio de Oca es coetánea de la transformación de sus jardines. Andrés Gayoso reedificó la vieja torre medieval y remodeló la crujía de la fachada que da a la plaza y para dejar constancia de su intervención labró las armas de su Casa sobre una de las caras de la torre.  Al no poder discernir con certeza hasta donde llegó la obra de los III marqueses de San Miguel das Penas y donde comenzó la de su hijo, atribuimos al padre la residencia noble, construida en la fachada principal, y al hijo la zona de servicio, que ocupa la crujía Sur que separa el patio del jardín de palacio, por haber sido él quien mandó labrar en sendas caras del último de los sillares “de espera” de esta crujía una mano con el dedo índice señalando el sur y una leyenda “Prosiga 1746”, para animar a sus descendientes a continuar la edificación que cerraría el patio con cuerpos de idéntica altura. Dicha inscripción marca, entonces como hoy, los límites de la planta alta del palacio y como advertía algo hiperbólicamente Emilia Pardo Bazán, de “haberse cumplido el prosígase que en un extremo del vastísimo edificio escribió un inquietador, hoy sería casi un segundo Escorial” 

En la crujía de fachada se abría la residencia de los marqueses de San Miguel y condes de Amarante, un espacio que en el siglo XVIII se conocía como un gran apartamento, es decir, un conjunto de piezas con comunicación entre sí. El espacio residencial dieciochesco de la planta noble cumplía con la distribución ideal que los arquitectos europeos definieron para un gran apartamento y se componía de:  

  • comedor de Sus Excelencias, conocido hoy como “La Biblioteca” por sus librerías, de los años 1920;  
  • antecámara, cámara y gabinete que tenía un tamaño muy reducido porque eran “piezas como secretas adonde se retira el dueño de la casa para escribir o estudiar”, espacio que hoy tiene función de dormitorio y al que se accedía tanto desde el comedor como del “corredor de palo” convertido en solana en el siglo XIX;  
  • Sala del Estrado, hoy conocida como Salón del Escudo por el bellísimo escudo polícromo de los marqueses de San Miguel das Penas y Puebla de Parga y condes de Amarante labrado en su techo. Esta sala, espacio esencialmente femenino, cumplía con la norma arquitectónica dieciochesca de contigüidad al comedor. A ambos lados de la sala, simétricamente, se sitúan un oratorio y una alcoba. Que a algunos tratadistas de la arquitectura del XVIII les pareciera indecoroso que los oratorios se colocaran al lado de las piezas de estrado, indica que debía ser una práctica habitual;  
  • Salón de los Continentes: así llamado por las cuatro alcobas en que se divide mediante tabiques de madera ricamente policromados, dedicadas a los cuatro continentes en que la geografía dieciochesca dividía el mundo. Este salón que está en el centro de la crujía de fachada, sobre el portal, permanece exactamente como era en el siglo XVIII; 

Este salón denominado de «los Continentes», por las cuatro alcobas que ocupan sus ángulos dedicadas a los cuatro continentes conocidos en el siglo XVIII, ocupa el centro del apartamento que, en la crujía de fachada del palacio, construyeron los III marqueses de San Miguel das Penas. 

  • Salón de los retratos, rebautizado como salón de baile. Es lo que el arquitecto dieciochesco, Benito Bails, denominaba “sala de asamblea” y que servía para audiencias, oír música, juegos de mesa…etc. La denominación de salón de retratos original indica que estuvo alhajada con los retratos que hoy hay en la Galería;  
  • Sala de la Torre: hoy denominado “Cuarto del Príncipe” por haber servido como dormitorio del malogrado príncipe de Asturias, primogénito del rey Alfonso XIII, don Alfonso, de cuya casa era jefe el marqués de Camarasa. En el muro está embutida una escalera que conducía al tercer piso de la torre donde hasta el siglo XVIII había estado el Archivo, función para la que se solían designar estancias altas, por alejar los papeles de la humedad y ser más fáciles de proteger. 

El zaguán de entrada dividía la planta baja en dos espacios: a la derecha el salón de juegos o “salón bajo donde estuvo la mesa de trucos”, forma de designar a la mesa de billar en el siglo XVIII que aún conserva su función lúdica y a la izquierda dos estancias con uso agrícola, una denominada “Panera”, hoy galleguizado como “salón de las tullas” (granero en gallego) y al fondo la sala baja de la torre, denominada “Vodega”. 

Crucero y plaza de labor del Pazo de Oca, A Estrada, Pontevedra.

Fachada de la capilla de San Antonio de Padua construida entre 1731 y 1751, presidiendo la primitiva plaza de labor del pazo.

La promoción social de los señores de Oca proseguirá con el hijo de ambos, Fernando Gayoso Arias, IV marqués de San Miguel de Penas, quien casó con la heredera del marquesado de Puebla de Parga, María Josefa de los Cobos Bolaño y dio un nuevo impulso al Pazo al continuar la obra del palacio y concluir en 1751 la construcción de su capilla que se convirtió en el eje vertebrador tanto de los jardines y huertas, como de la actual plaza de acceso al pazo que, por entonces, era su plaza de labor, espacio que con la fortaleza-palacio a un lado, el conjunto de casas populares al otro, todo bajo la presidencia de la iglesia, refleja las relaciones sociales existentes en el siglo XVIII.  

La capilla se construyó entre 1731 y 1752, según proyecto del arquitecto dominico Fray Manuel de los Mártires, uno de los representantes del barroco final gallego, autor entre otras de la monumental fachada del monasterio de San Martín Pinario en Santiago. Esta capilla sustituyó a un primitivo oratorio que, a finales del siglo XVI, María de Neira dedicó a San Antonio de Padua, advocación que mantiene la nueva capilla cuya descripción pueden seguir en la sección de “apuntes visuales”. 

Como hemos dicho, fue Fernando Gayoso quien concluyó el ala de servicio que ocupaba la crujía Sur, que hoy separa el jardín de palacio del patio. Paralela a esta fachada había una huerta formal, al mismo tiempo ornamental y de utilidad, dispuesta en cuadrículas con un hórreo situado aproximadamente enfrente de la capilla, huerta, de la que era directamente responsable el mayordomo, que habitaba encima de ella y que empezó a ser sustituida por el actual jardín ornamental, que denominamos jardín de palacio, en el siglo XIX 

Esta zona de servicio se componía de: una despensa, actual comedor de diario; una cocina que, además de la “lareira” conserva todos sus elementos originales, aunque ha perdido su función al ser transformada en sala de estar; el cuarto del mayordomo, conservado tal como era en el XVIII, y, finalmente, el comedor de la familia, o sea del servicio doméstico (acepción de “familia” en el siglo XVIII).  

Todos los forjados de planta del palacio son de madera excepto los de la enorme cocina, situada en planta alta y soportada por una bóveda de piedra que desde el patio da acceso al actual jardín de palacio, con el propósito de soportar el enorme peso de su “lareira” como de conjurar el peligro de incendio de la leña ardiendo en ella casi permanentemente.  

Integración en la alta nobleza y conclusión del jardín dieciochesco

Vista aérea del patio y de la capilla del Pazo de Oca, junio 2021

Este plano, mandado hacer en 1805 por el último señor de Oca, recoge la completa trasnformación del jardín en el siglo XVIII, en el que destaca, en eje oblicuo, sus espléndidos estanques rodeados de un bojedal con porte arboreo, espacio que junto a la retícula formal de su diseño, construida con borduras y la obra hidráulica que lo atraviesa, muestran que su modelo era el jardín cortesano del Barroco.

A la muerte sin sucesión del primogénito de este matrimonio, Francisco, le sucedió su hermano Domingo Gayoso de los Cobos quien, por una serie insólita de fallecimientos, a todos los títulos y territorios de sus padres añadió, además de importantísimos señoríos, ajenos al mundo gallego y dispersos por diferentes regiones de España, los títulos de conde de Ribadavia, por sucesión de su tío segundo Diego Sarmiento de Mendoza, y, al morir sin sucesión su tía segunda Baltasara Gómez de los Cobos, toda la casa marquesal de Camarasa, con los condados de Ricla y de Castrogeriz y los estados que en el Reino de Jaén había adquirido el secretario de Carlos V, Francisco de los Cobos, lo que incluía su panteón ubetense: la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda.  Domingo Gayoso de los Cobos se convirtió así en uno de los próceres de la nobleza española de fines del s. XVIII y, aunque su intervención en Oca no es demasiado relevante, sí lo es su aportación al patrimonio arquitectónico gallego, pues entre otras obras, edificó la magnífica fachada de su residencia, el viejo palacio de los Condes de Amarante en Santiago de Compostela, hoy sede del palacio de Justicia. Su hijo, Joaquín Gayoso de los Cobos y Bermúdez de Castro que vivió la abolición de los señoríos jurisdiccionales, fue el último Señor de Oca y su primer propietario. 

En cuanto a las obras, en la segunda mitad del siglo XVIII, son ya de menor alcance. Francisco Gayoso y su sucesor, su hermano Domingo, ordenan labrar el lavadero de la Carrera del Conde y la Fuente de la Trucha, amplían la presa antigua, incorporan algunas nuevas fincas y completan el cerramiento amurallado del jardín.  

Lavadero de la Carrera del Conde, uno de los elementos pétreos que, junto con la fuente de la trucha, se añade a fines del siglo XVIII

El resultado de todas estas transformaciones dieciochescas ha quedado reflejado en un plano titulado “Ortografía exterior meridional del Palacio y Capilla de Oca”, conocido como Plano de Peinador, mandado hacer en 1805 por el último señor de Oca, Joaquín Gayoso de los Cobos, XII Marqués de Camarasa. Este plano que hay que leer con prudencia, pues no persigue reflejar la realidad a escala, sino representarla esquemáticamente, nos presenta un jardín en retícula muy formalista, con numerosos elementos arquitectónicos y con plantaciones perfectamente alineadas, en el que muy difícilmente podemos discernir la parte dedicada a jardín ornamental de la parte destinada a producción hortofrutícola. La ausencia de proporciones en el plano de Peinador y su peculiar orientación dificultan la comparación con los planos más actuales, pero una lectura atenta permite identificar en el jardín actual, pese a las numerosas reformas introducidas posteriormente, el entramado reticular del jardín dieciochesco.  

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Plano de 1879 en el que aparecen las reformas románticas y paisajísticas que introdujeron los VI marqueses de San Miguel das Penas con la ayuda del jardinero francés, François Viet. Es perfectamente visible el bosquecillo creado en un lateral del estanque de arriba al que se le ha quitado la barca de piedra y, sobre todo el acento puesto sobre un nuevo eje del jardín: el actual Paseo de los Tilos que conecta con el bosque de Guillufe en el que se remarcan sus caminos con alineaciones de robles.

Del matrimonio del XII marqués de Camarasa, Joaquín Gayoso de los Cobos y Bermúdez de Castro, con Josefa Manuela Téllez Girón, hija de los Duques de Osuna, nacieron seis hijos entre los que hubo de dividir la herencia en aplicación de las nuevas leyes del Estado Liberal. Los títulos y propiedades principales recayeron en el primogénito Francisco Gayoso de los Cobos y Téllez Girón quien, al morir en 1860 sin sucesión, dejó todos sus bienes a su hermano Jacobo, el menor de la familia. No obstante, el pazo de Oca correspondió a una de las hijas pequeñas, María Encarnación Gayoso de los Cobos a quien, en 1857, su hermano Francisco cedió el título marquesal de San Miguel de Penas y de la Mota. Jacobo Gayoso casó con Ana de Sevilla y Villanueva de cuyo matrimonio nacieron tres niñas que, al quedar pronto huérfanas, pasaron largas temporadas en Oca, bajo la custodia de su tía María Encarnación.  La primogénita de las tres, Francisca de Borja Gayoso de los Cobos, heredó de su padre, en 1871, el grueso de la herencia de la casa de Camarasa y, en 1879, además, recibió de su tía, fallecida sin sucesión, la propiedad del palacio de Oca. Francisca casó con Ignacio Fernández de Henestrosa y Ortiz de Mioño, conde de Moriana del Río y marqués de Cilleruelo. 

La única modificación de importancia que experimentó este palacio dieciochesco en el siglo XIX fue la construcción de la solana sobre arcos de piedra que preside la fachada principal del patio y que sustituye a un primitivo corredor de palo del siglo XVIII. Fue realizada en los años 60 del siglo XIX, o sea coetáneamente a las reformas paisajistas que en los jardines introdujo François Viet Bayez, como veremos. Sus autores fueron los marqueses de San Miguel de Penas, Mª Encarnación Gayoso de los Cobos —la que hemos dicho que, en aplicación de las reformas del Estado Liberal, heredó el pazo de Oca como propietaria y recibió por distribución y no por sucesión el título— y su marido, Manuel Fernández de Henestrosa y Santisteban. El ensanchamiento de la crujía que esta modificación supuso permitió introducir pasillos, elemento propio de los usos habitacionales del XIX, pero extraño a los del XVIII, en que la comunicación se establecía a través de los salones. 

En la segunda mitad del siglo XIX, estos mismos marqueses de San Miguel das Penas, encargaron al jardinero del Palacio Real y ejecutor del Jardín del Moro de Madrid, François Viet y Bayez —quien firmaba sus obras castellanizando su apellido en Vié—, una reforma de los jardines. De nuevo, un plano, esta vez titulado “Posesión de los Excmos. Sres. Marqueses de San Miguel das Penas”, mandado hacer por Ignacio Fernández de Henestrosa y Mioño en 1879, con el concurso del Instituto Geográfico y Estadístico, muestra con suma claridad el resultado de esta intervención que se centró fundamentalmente en el diseño de unos trazados de corte paisajista para los espacios ajardinados más cercanos al palacio y, muy posiblemente también, en la apertura de los jardines al bosque de Guillufe, con una plantación de tilos que, a modo de paseo, acentuaban un eje preexistente que desembocaba en un claro del bosque del que partían diversos caminos que lo recorrían en todas direcciones.  

Su actuación afectó también al patio, ordenado mediante borduras de césped y plantas; a los cuatro cuadros del jardín de la casa más cercanos a la capilla, cuya sobria geometría fue sustituida por sinuosas borduras; al molino de los estanques que fue coronado por un chalé suizo, reforma que aparece reflejada en el dibujo del ángulo inferior derecha del mencionado plano de 1879, de la que también se conservan proyecto y fotografías; a la conexión entre los estanques y el Paseo de los Tilos que comprende, la Fuente de la Mona y el recién restaurado jardín de Filemón y Baucis y, finalmente, a la zona que conocemos  como bosquecillo o Jardín de Vié, por ser el único espacio que se conserva hoy tal como lo concibió este paisajista francés, jardín que forma un triángulo frontero con el  acueducto, con el paseo de las camelias y con la presa de los arroyos.

Plano de una de las propuestas de ajardinamiento del patio de entrada del pazo de Oca, que se conservan en el Archivo Medinaceli, firmada por Francisco Vié, jardinero del Palacio Real de Madrid. No está claro cual de ellas llegó a utlizarse. En cualquier caso, lo único que permanece es la fuente triangular lobulada emplazada en el centro.

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