Palacio de los Acebedo

Hoznayo, Entrambasaguas, Cantabria

Este conjunto palacial integrado por una torre defensiva de principios del siglo XVI y un palacio e iglesia del primer tercio del siglo XVII es el conjunto clasicista más importante conservado en Cantabria tanto en lo que se refiere a la arquitectura civil como a la religiosa.

El palacio y la iglesia barrocas se construyeron por encargo de Fernando de Acebedo y Muñoz, el menor de once hermanos oriundos de la merindad de Trasmiera de los que sólo cuatro llegaron a la edad adulta y ocuparon importantes cargos en el reinado de Felipe III. Su hermano mayor, Juan Bautista, fue promovido en 1601 por el I duque de Lerma —valido del rey Felipe III—a la silla episcopal de Valladolid, diócesis que había ganado en importancia por acabar de trasladarse la corte a su capital, poco después fue nombrado inquisidor general y finalmente presidente del Consejo de Castilla, cargo en el que a los pocos meses le sorprendió la muerte. Sus otros dos hermanos Francisco y Juan fueron Merino Mayor de Trasmiera y capitán general del principado de Asturias respectivamente. Gracias a su hermano mayor, Juan Bautista, Fernando inició una rápida carrera eclesiástica. Alcanzó pronto el arzobispado de Burgos, donde en 1615 celebró por poderes las bodas de las infantas Isabel de Borbón, hermana del rey de Francia, con el príncipe Felipe —futuro Felipe IV— y de la hermana de éste, Ana, con el rey de Francia, Luis XIII. Un año después, por expreso deseo de Felipe III, en un infrecuente desencuentro con su valido, fue elevado a la Presidencia del Consejo de Castilla, cargo desde el que encargaría a Juan Gómez de Mora, el más prestigioso arquitecto del momento, la reforma de la Plaza Mayor de Madrid (1617-1619). Con el cambio de reinado formó parte de la Junta de Reformación y finalmente del Consejo de Estado. Murió en 1630 habiendo rechazado pocos años antes los arzobispados de Santiago y Toledo.

Fue en 1613, muerto ya su hermano mayor y recién nombrado obispo de Burgos, cuando encargó al cantero trasmerano, Juan de Naveda, Veedor de dicho obispado, la construcción del palacio sobre el solar donde se alzaba la torre defensiva familiar que habían construido o reformado sus padres, Juan González de Acebedo y Sancha González Muñoz. El obispo entregó a Naveda “una traza que para ello su ilustrísima eligió”, documento que, al no mencionar el autor, no permite fijar su autoría, pero sí descartar a este veedor del obispado de Burgos como su autor. No obstante, por la similitud con otras fachadas de Juan Gómez de Mora, organizadas con un cuerpo central dividido en secciones por pilastras cajeadas de orden dórico y con dos torres laterales en sus extremos, como la del palacio ducal de Medinaceli, debieron salir de su mano o de alguien muy próximo al círculo de los Mora. El deseo de Fernando de Acebedo, expreso entre las condiciones del contrato, de abrir en la fachada grandes puertaventanas inspiradas en las que utilizó Juan de Herrera en el Escorial y Juan Gómez de Mora en el Alcázar de Madrid, abundarían en la idea de este último como autor de las trazas y señalarían un rasgo de modernidad completamente ajeno a la arquitectura montañesa de la época.

Las obras comprendieron además del palacio, la reforma de la fachada de la torre familiar regularizando sus vanos y colocando sobre ella el escudo de los Acebedo con la Leyenda “Arbor Bona, bonus fructus fecit” y, adosada a ella, una bella capilla panteón familiar, bajo la advocación de San Juan Bautista, de estilo herreriano, con planta de cruz latina abovedada y cubierta en el crucero por media naranja sobre pechinas que guarda numerosas similitudes con la capilla mayor de la iglesia del convento de San Pablo de Valladolid, patronato de los duques de Lerma. Para este panteón, cuando aún no estaba construida la capilla, encargó el obispo de Burgos al escultor Gabriel de Pinedo, principal representante del romanismo soriano, “quatro bustos de alabastro […] para el entierro de Su ylustrisima y sus hermanos” que siguen el estilo impuesto por los Leoni en El Escorial de representar al difunto arrodillado en actitud orante con los atributos de su posición social: la capa y mitra pontifical en la de Juan Bautista, el hábito de Santiago en la de Juan, etc. conjunto que representa la mejor escultura funeraria de Cantabria.

Tras la muerte de Fernando de Acebedo el conjunto palacial lo heredó Ana de Acebedo y Martínez de Bracamonte Señora de las villas de Hoyos y San Martín, continuando la sucesión por las Casas de los condes de Estradas y la de los marqueses de Cilleruelo que, a fines del XIX, entroncaría con la de Camarasa.

Abandonado durante décadas o incluso siglos, la recuperación de este palacio comenzó en 1978, cuando, al constituirse la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, esta recibe, como parte de su dotación, una cuarta parte de la propiedad en proindiviso con el resto de los herederos del XVI marqués de Camarasa. La primera intervención, realizada en los años ochenta del siglo pasado, asumida enteramente por la fundación, pese a poseer únicamente una cuarta parte de él, fue la rehabilitación del tejado de la iglesia, que evitó la ruina de sus bóvedas y que era la única posible en ese momento por estar el resto de la edificación ocupada, desde antiguo y en precario, por un bar. Posteriormente, hubo que aplicarse a la disolución del proindiviso familiar, adquiriendo las cuotas del resto de proindivisarios, lo que no se consiguió hasta 1996 y, finalmente, al desalojo del, por entonces, célebre bar para lo que hubimos de indemnizar, tras pleito y negociaciones, a su propietario. Ninguno de estos problemas es comparable a la dificultad de encontrar un uso que garantizase su conservación a largo plazo, el paso más difícil en cualquier proyecto de conservación arquitectónica, pues restaurarlo sin darle un uso es un dispendio que sólo consigue aplazar el problema algún tiempo, en general bastante corto. La Fundación siempre persiguió que ese uso fuese cultural, por lo que el palacio fue ofrecido a diversas administraciones cántabras.

El silencio de las administraciones obligó a buscar usos alternativos y finalemnte a aceptar un uso hotelero para el que el patrono de la Fundación, Rafael Manzano Martos, arquitecto, catedrático emérito de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Sevilla, académico de Bellas Artes de San Fernando y Premio Richard H. Driehaus de Arquitectura Clásica, redactó un proyecto que perseguía una intervención profundamente conservadora y que recibió licencia en la primavera de 2018. Iniciada la obra inmediatamente, en 2020 se interesó por ella el grupo hotelero Hoznayo Turístico S.L., quien asumió íntegramente el proyecto de restauración en marcha, bajo la dirección de la Fundación, a cambio de una cesión de uso del complejo edilicio por 35 años.