I Duque de Alcalá de los Gazules

Per Afán de Ribera (1509-1571)

Per Afán de Ribera, II marqués de Tarifa y I duque de Alcalá, nació en 1509 en la casa que su abuela, Catalina de Ribera, ordenó construir para su padre, Fernando Enríquez de Ribera —el segundogénito de los IV Adelantados Mayores de Andalucía— hoy conocida como Las Dueñas. En 1539, al morir sin posteridad legítima su tío Fadrique, recayó en él la sucesión en los mayorazgos de los Enríquez de Ribera, pasando a vivir en la residencia principal de este linaje, la hoy denominada Casa de Pilatos, toda vez que, de acuerdo con las previsiones sucesorias de su abuela, su casa natal recaía en la línea segunda de este, es decir, en su hermano menor, Fernando.

En Sevilla tuvo numerosos vínculos con el círculo de humanistas: su secretario Cristóbal de las Casas, era íntimo amigo de Fernando de Herrera y de Juan de Malara; Pero Mexia le dedicó sus “Coloquios” y tuvo amistad con los doctores Egidio y Constantino, canónigos hispalenses que emprendieron una renovación espiritual de corte humanista que concluyó con un proceso inquisitorial por luteranismo.

En 1554 fue nombrado Virrey de Cataluñapor concurrir en su persona las calidades que se requerían como por apartarle de Sevilla” –según confesión epistolar del entonces principe Felipe al rey, su padre– haciendo alusión al escándalo que provocaba en Sevilla su obstinación por repudiar a Leonor Ponce de León so pretexto de haberle sido infiel con el duque de Medina Sidonia. Quizás, la razón que alegó el entonces príncipe no era más que una excusa para persuadir a su padre del nombramiento, con el fin de continuar dando un giro al gobierno de la monarquía con un nuevo ascenso de un miembro de la facción cortesana que encabezaba Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli. En el gobierno del virreinato de Cataluña sus políticas chocaron con los grupos privilegiados del Principado, circunstancia que no minó la confianza de Felipe II en él, pues, en 1558, lo elevó a la dignidad de duque de Alcalá de los Gazules, el primer título concedido por el nuevo monarca, y lo nombró virrey de Nápoles, uno de los cargos más codiciados por la aristocracia española. El conjunto de su labor de gobierno en el virreinato giró en torno a: el control del crecimiento de la ciudad; la aplicación de los principios de la Contrarreforma y al reforzamiento del reino y de su capital como gran base naval del Mediterráneo, en una década caracterizada por el enfrentamiento con el Imperio otomano que culminó, porco después de la muerte del virrey, en la batalla de Lepanto. Esta fortificación de las costas del Reino de Nápoles con torres defensivas fue la ocasión que le posibilitó entrar en contacto con un grupo de ingenieros y arquitectos italianos. Entre ellos estaba Benvenuto Tortello a quien, en 1566, envió a Sevilla con el encargo de modernizar su palacio, la Casa de Pilatos, para exponer la colección escultórica que había formado en Nápoles.

Fue en el virreinato donde nació su inclinación hacia el coleccionismo de antigüedades clásicas, pasión tardía, pero intensa, como atestigua la correspondencia del humanista Juan de Verzosa Ponce de León, archivero de la Embajada española, en la que cita al Duque de Alcalá como comprador de antigüedades al mismo nivel que coleccionistas de la talla del Gran Duque Cosme de Médicis o el Cardenal Farnese. Aunque el duque de Alcalá compró esculturas por toda Italia a través de varios anticuarios italianos que le servían de agentes, una parte importante de su colección proviene de la compra de la colección completa de Adrián Spadafora, el anticuario napolitano que más había contribuido a formar su gusto por el coleccionismo de mármoles.

Aquejado por la gota y, deseoso, según testimonio del mencionado Juan de Verzosa, de volver a sus dominios andaluces para supervisar, entre otras cosas, la ampliación y reforma de su palacio sevillano, solicitó al rey su destitución, petición que le fue denegada, falleciendo en la capital partenopea el 2 de abril de 1571.

En su testamento ordenó ser enterrado en el panteón familiar de la cartuja de Santa María de las Cuevas, bajo una lauda sepulcral de bronce que dibujó y grabó el escultor Juan Bautista Vázquez el Viejo y fundió el rejero Bartolomé Morel.

Fallecido sin descendencia legítima, le sucedió, en el ducado de Alcalá y en los mayorazgos de la casa Enríquez de Ribera, su hermano Fernando.

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