Historia de la Capilla del Salvador
La Capilla de El Salvador aparece hoy como una unidad aislada, pero fue concebida por Francisco de los Cobos dentro de una compleja operación urbanística que suponía la transformación de una manzana completa de la irregular y saturada retícula urbana de la collación de Santo Tomás. Además de la erección de su panteón funerario, cuya fachada abría al único espacio libre de la ciudad, el entonces Llano de Santa María y hoy Plaza Vázquez de Molina, comprendía la ampliación de la vieja casona paterna para transformarla en gran palacio, la rehabilitación del Hospital de los Honrados Viejos de El Salvador y la creación de un Estudio General. Con esta operación se inició la transformación del trazado urbano de Úbeda que, al realizarse casi íntegramente antes de finalizar el siglo XVI y tener como principales promotores a parientes y hechuras de Francisco de los Cobos, adquiere una sorprendente coherencia formal.
Tan ambicioso programa no es fruto del azar, sino de un paciente diseño en el que la ascensión social y política de su promotor y, muy especialmente su contacto con la sociedad y el arte italianos juegan un papel primordial. Comprender este proceso exige remontarse a los primeros proyectos funerarios del comendador, mucho más modestos. Dividimos esta historia en períodos, a los que accede haciendo clic sobre cada fecha del eje cronológico situado abajo, que señalan su inicio.
El primer proyecto funerario: la capilla de la Concepción
A mitad de la década de 1520 el proyecto funerario que promovía el secretario imperial era un panteón familiar relativamente modesto: una capilla bajo la advocación de la Purísima Concepción, adosada a la iglesia parroquial de Santo Tomás, la segunda en importancia de la ciudad, muy cercana a la casona paterna y de la que hoy solo sobreviven algunos restos arqueológicos recientemente recuperados. Aunque aún le quedaban muchos escalones de la fulgurante ascensión social que hoy conocemos, por entonces, Francisco de los Cobos tenía ya una posición social relevante: por su matrimonio en 1522 con la joven María de Mendoza y Sarmiento, hija de los Condes de Ribadavia, había emparentado con uno de los linajes más poderosos de Castilla, los Mendoza; era caballero de la orden de Santiago; miembro del Consejo Real y dominaba el recién creado Consejo de Hacienda.
En los años inmediatamente posteriores a su matrimonio, compró los terrenos y en 1525 comenzó la ejecución de la nueva capilla funeraria para él y sus padres. Situada en el lado del Evangelio, era la capilla mayor y más espléndida de cuantas tuvo la iglesia de Santo Tomás. Puso el proyecto bajo la supervisión de su mano derecha en Úbeda, Fernando Ortega Salido —mejor conocido como el deán Ortega, por serlo de la Catedral de Málaga— nombrado capellán mayor del patronato recién fundado, para el que el papa, Clemente VII, aprobó en 1529 un cabildo formado por un capellán mayor y seis capellanes, y, para favorecer su construcción, le fue añadiendo sucesivamente diversas indulgencias y beneficios.
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De casona paterna a palacio
Portada de la fachada del palacio de los Cobos
Es en el primer quinquenio de la siguiente década cuando empiezan a aparecer los primeros elementos de un diseño complejo. Dos fallecimientos casi simultáneos ocurridos en 1530: el del Gran Canciller, Mercurio Gattinara, y el de su padre, Diego de los Cobos, actúan como una cesura simbólica que evidencia, en la esfera pública y privada, su extraordinaria promoción social.
En1529, Carlos V había aprobado el nombramiento de Cobos como Comendador Mayor de León, primero, y consejero de Estado, después. Con el primer nombramiento recibía la más alta distinción a la que podía aspirar un cortesano de su condición, pues sólo había dos encomiendas mayores de la Orden de Santiago: la de Castilla y la de León. Que ésta última hubiera estado anteriormente en manos de Hernando de Toledo, hermano menor del Duque de Alba, da una idea de su relevancia social. El segundo, significaba entrar en el selecto grupo del consejo privado del emperador y pasar de ser el más poderoso consejero de la política hacendística e interna de Castilla, a serlo también de la imperial y especialmente de los asuntos relativos a la Santa Sede y a los estados italianos. Carlos V, a la muerte del Gran Canciller Gattinara, decidió asumir personalmente la dirección de la política imperial y valerse de Granvela y Cobos como consejeros mayores y agentes de su diplomacia. Durante la década posterior a la coronación imperial de 1529 en Bolonia, el Comendador Mayor acompañará al Emperador en todos sus viajes, lo que le pondrá en contacto con Italia y con el prestigio que la arquitectura y el Arte concedían a los grandes señores del Renacimiento.
A la muerte de su padre, ocurrida durante la estancia en Italia, heredó la vieja casa familiar, solar de su linaje del que se convierte en pariente mayor, en un tiempo en que ya era cabeza indiscutible de una nueva red de patronazgo y honor incomparable, en términos de riqueza y poder, con la dimensión local del linaje en el que había nacido. Esta nueva posición social habría de quedar reflejada en su ciudad natal mediante la renovación de los signos de identidad del linaje: el palacio y el panteón; buscando todavía, a un tiempo, la identificación de ambos con el solar de sus antepasados y la proclamación del nacimiento de una nueva rama que tendría al Comendador Mayor como su fundador.
Desde principios de los años 30, mientras Cobos recorre Italia con el emperador, sus agentes en Úbeda van adquiriendo casas, once en total, contiguas a la casona de sus progenitores, con el fin de ir conformando, en un área especialmente colmatada de la Úbeda heredada del medievo, el solar donde agrandar la casona heredada de sus padres, el hoy denominado palacio de los Cobos y quizás estaba ya pensando en erigir un panteón exento para perpetuar su memoria, a la manera de los que iba viendo por tierras italianas.
En cualquier caso, conformado parcialmente el solar, las obras comenzaron hacia 1532 por la ampliación de la casona paterna para transformarla en gran palacio, para lo cual volvió a recurrir al arquitecto real Luis de Vega que ya había trabajado para Cobos en la remodelación de su palacio vallisoletano (posteriormente Palacio Real y hoy Capitanía General). Era un palacio con un patio de tres arcadas y un jardín trasero con una fachada con un corredor que miraba al valle del Guadalquivir.
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El proyecto de panteón exento
Planta de la capilla del Salvador. Gómez moreno
Al tiempo que iniciaba las obras de su palacio, suplicó al papa Paulo III —con quien negociaba la convocatoria de un concilio— que expidiera la correspondiente bula de erección de una nueva Iglesia bajo la advocación de El Salvador y de autorización de la transferencia a la misma de los privilegios, beneficios e indulgencias que tenía concedidos la Capilla de la Concepción, capilla que, no obstante, también siguió construyendo, pero ya dedicada únicamente a enterramiento de sus padres, desvinculando el nuevo templo exento de la memoria de sus antecesores.
Mientras tanto, a las once casas y parcelas que ya hemos dicho que había ido adquiriendo se agregaron en 1534 unos terrenos cedidos por la Hermandad de los Venerables ancianos del Divino Salvador con los que el deán Ortega había alcanzado un acuerdo que establecía, entre otras cosas, que en ellos habría de erigirse un templo, bajo la advocación de El Salvador, cuya capilla mayor habría de ubicarse donde estaba el altar de la iglesia existente y su nave tener el tamaño del de la cercana iglesia de San Pablo.
El 2 de febrero de 1535, Paulo III concedía las gracias solicitadas. Obtenida así la bula de erección de una nueva iglesia, encargó el proyecto a Diego de Siloé, quien, aunque incompletas, ya tenía dibujadas las trazas en 1536, cuando se firmaron las primeras condiciones de la fábrica de la Iglesia con los canteros Andrés de Vandelvira y Alonso Ruiz.
En este contrato aparece el término arquitecto ya con un significado plenamente moderno pues distingue entre «maestro arquyteto» cuyas funciones son «dar debuxadas e traçados todos los moldes asy de colunas como de basas e capiteles e molduras e arcos de capillas […] e que no lo haziendo asy, cada y cuando que venga a vesytar la dicha obra pueda hazer quytar e desbaratar e derribar todo lo que tal no fuere conforme a su moldes e traças», papel que le corresponde, como queda dicho, a Diego de Siloé y «maestro o maestros que de la obra tuvieren cargo» encargados de la ejecución material del proyecto, puesto que van a ocupar los referidos canteros, Andrés de Vandelvira y Alonso Ruiz.
Simultáneamente, durante sus viajes por Europa, junto al emperador, se ocupó de ir formando una colección que sirviera de ornamento y de fundamento del culto del nuevo templo. En esta colección, que incluía desde un importante conjunto de primitivos flamencos hasta una serie de cuatro cabezas relicarios de vírgenes mártires, habría que destacar especialmente: el San Juan Bautista niño de Miguel Ángel que, en el verano de 1537, Cosme I de Medici; duque de Florencia, regaló al Comendador; La Piedad que Ferrante Gonzaga, hermano del duque de Mantua, para obsequiar al Secretario Imperial, encargó, en 1533, a Sebastiano del Piombo y éste no concluyó hasta 1539 y la Magdalena Penitente de Giovanni Antonio Bazzi que, en fecha indeterminada, el Obispo de Ávila, Álvaro de Mendoza, regaló a su hermana María de Mendoza.
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San Juan Bautista niño
La Magdalena Penitente
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Un panteón para un señor de vasallos
Castillo de Sabiote
Poco después, entre 1537 y 1539 —mientras Vandelvira y Ruiz derribaban la antigua iglesia y echaban los cimientos de la nueva—, Francisco de los Cobos formó un gran estado señorial mediante la adquisición al emperador de las villas jiennenses de Sabiote, Torres y Canena, pertenecientes a la Orden de Calatrava, las dos primeras, y a las de Calatrava y Santiago la última. El comendador mayor aprovechó la oportunidad de una bula papal que autorizaba a Carlos V, en su calidad de Gran Maestre de las Órdenes Militares, a enajenar propiedades de estas y venderlas al mejor postor para destinar sus fondos a financiar la guerra contra el turco, bula que él mismo había negociado ante el pontífice.
Para supervisar la formación de este nuevo estado y la marcha de las obras, viajó en 1539 a Úbeda, ordenando a Luis de Vega la tasación de la obra realizada para poder paralizarla liquidando lo debido a los contratistas.
Su nueva condición de gran señor territorial debió hacerle dudar sobre la continuidad de la fábrica de Úbeda, pues el conde de Tendilla, que había acompañado a Cobos en su viaje asesorándole sobre sus proyectos arquitectónicos —especialmente en la reforma del Castillo de Sabiote— comunicó en mayo de 1539 a Juan Vázquez de Molina, que el comendador parecía decidido a trasladar el panteón a su villa de Sabiote, aunque contaba con la oposición de sus hermanas Isabel y Leonor que habitaban en el nuevo palacio ubetense.
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La erección del panteón
Portada según la Puerta del Perdón de la Catedral de Granada
Por la razón que fuere: dificultad de trasladar de nuevo los beneficios ya concedidos a Sabiote; el dinero ya gastado en Úbeda; la oposición de su mujer y de sus hermanas o el conjunto de las tres; el caso es que, en 1540, sus dudas se disiparon y prosiguieron las obras con un nuevo contrato en el que Vandelvira y Alonso Ruiz aparecen como únicos responsables de la fábrica. Ambos habrían de seguir de forma fidedigna el proyecto de Siloé, al menos para la nave y rotonda, añadiendo nuevos elementos entre los que cabe destacar: la portada principal que habría de seguir el modelo de Siloé para la Puerta del Perdón de la Catedral de Granada y una sacristía cuyo alzado se debe enteramente a Vandelvira, pero la paternidad de la planta no aclaran los documentos. La sacristía prevista por Siloé en sus primeras trazas de 1536 se convirtió en antesacristía de acceso, mediante una portada en esviaje, a un vestuario mucho mayor cuyo emplazamiento, en ángulo oblicuo al eje longitudinal de la nave, rozando tangencialmente la rotonda, tenía como precedente la basílica de la Santissima Anunziata de Florencia.
Poco después, hacia 1541, llegó a la fábrica de El Salvador el escultor de origen francés, Esteban Jamete, quien ya había trabajado para el Comendador en su palacio de Valladolid, con el objeto de esculpir el programa iconográfico que, para las fachadas y la Sacristía, había ideado el deán Ortega. El escultor de origen francés realizó las esculturas de la portada y parte de las de la fachada y de la sacristía.
Paralelamente se fueron adquiriendo las reliquias, el ajuar y los muebles necesarios para la dotación de la Capilla. Así, el canónigo de la Catedral de Toledo, Diego López de Ayala, encargó en la ciudad imperial, como apoderado de Cobos, diversas piezas de orfebrería, para el ajuar de la capilla, al platero Francisco Martínez de San Román en 1541. Estas adquisiciones de ricos ornamentos litúrgicos, que se irán sucediendo en progresión decreciente hasta el siglo XVIII, se agregaban al notable conjunto de obras de arte que, como hemos visto, el Comendador había ido reuniendo a lo largo de sus viajes por Europa al servicio del emperador.
En 1544, en el cénit de su meteórica ascensión política, económica y social: señor de vasallos y miembro del estrechísimo círculo de consejeros más cercanos al emperador —con sólo dos pares, Nicolas Perrenot de Granvela y el Cardenal Tavera—, redactó las primeras constituciones de la institución. En ellas, se presentaba a sí mismo y su proyecto funerario dictando para la eternidad las siguientes palabras: «Yo, don Francisco de los Cobos, Comendador Mayor de León, Contador Mayor de Castilla, del Consejo de Estado del Emperador don Carlos, Rey de España Nuestro Señor; Señor que soy de las villas de Sabiote, Torres y Canena … mandé hacer una iglesia que tengo comenzada a edificar junto con el hospital de San Salvador, so la vocación del Salvador, en la Ciudad de Úbeda«. En estos mismos estatutos justifica la construcción del templo como una forma de alcanzar la inmortalidad a través de la fama: “considerando que todos los hombres naturalmente desean perpetuar y conservar su ser […] y porque ninguno puede vivir por presencia […] para que pueda vivir por memoria en los tiempos venideros y que esta memoria sea loable”.
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A mediados de esta década de 1540, la salud del Comendador empezó a resentirse, por lo que en febrero de 1547 abandonó Madrid y se dirigió a su ciudad natal de Úbeda, en la esperanza de que el cambio de aires le ayudara en el restablecimiento. Sin embargo, la recuperación no llegó y el 10 de mayo de 1547 expiró en su palacio ubetense, no sin antes dejar en su testamento el capital necesario para que concluyese “en toda perfeccion” el templo. Fue enterrado provisionalmente en el que había sido su primer proyecto funerario, la Capilla de la Concepción de la parroquia de Santo Tomás.
Afortunadamente su viuda, María de Mendoza, treinta años más joven que él, le sobrevivirá cuatro décadas por lo que tuvo tiempo, no sólo de concluir la fábrica de la Iglesia, que Francisco de los Cobos apenas pudo ver más que en sus comienzos, sino de dictar nuevos estatutos y de regular el funcionamiento de la institución.
A finales del mismo año de 1547, doña María obtuvo del papa Paulo III una prórroga de cinco años de la licencia para poder gastar todas las rentas de la capilla en su fábrica y, en 1552, de Julio III, otro aplazamiento de dos años.
Obras tan importantes como la reja de Francisco de Villalpando colocada en el templo en 1555; el retablo de la Transfiguración que Alonso Berruguete esculpió en Toledo entre 1546 y 1555; la sacristía y su portada, o las dos portadas laterales, datan de la década inmediata posterior a la muerte del Comendador.
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Portadas laterales
El retablo de la Transfiguración
La puerta de la sacristía
La reja de Villapando
Doña María de Mendoza y la consagración de la capilla
Coro alto de Blas de Briño parcialmente restituido
Por fin, en 1559 llegaba la consagración de la iglesia tal y como reza una inscripción en uno de los pilares laterales del templo, «Consagró esta Sacra Iglesia el Rmo. Dn. Diego Tavera de buena memoria, Obispo que fue de Jaén. Domingo 8 días de octubre de 1559 a. Presidiendo en la Silla de S. Pedro Pío Papa cuarto y Reinando en España Phelipe II de este nombre«.
No obstante, el alhajamiento interior del templo continuó. Así en 1561, el maestro entallador Blas de Briño entregó la sillería del Coro alto que le había sido encargada, en un pliego de condiciones redactado por Andrés de Vandelvira, en 1556. Por los nuevos estatutos de 1568 sabemos que María de Mendoza había formado una capilla musical. Poco después encargó un órgano al maestro granadino Diego de Sanforte que fue entregado en 1583. Este maestro organero pretendió sorprender con la registración haciendo combinaciones «muy galanas y estrañas y son misturas muy nuevas y peregrinas que fasta agora no se an visto no oido en España, sino es en Sevilla«. Consideraba doña María que las reliquias eran la posesión más valiosa que podía tener la capilla, por lo que, en 1564, para contenerlas, entregó al templo una arqueta relicario veneciana del siglo XV, que aún hoy conserva los huesos de varios santos, y, en su testamento, prohibió enajenarlas.
Doña María tampoco había renunciado aún al proyecto de Estudio General, al que se había comprometido junto con su difunto esposo y que había sido autorizado por bula de 1545, pues en 1570, en carta dirigida al capellán Mayor, Domingo de Ocón, le volvía a insistir en algo que ya le había recordado personalmente en la visita que hizo a la capilla en 1568: la necesidad de iniciar cuanto antes la construcción del «estudio general en donde se leyesen lecciones y se diese cualquier grado de enseñanza así como en Bolonia, París, Salamanca o Alcalá«.
Poco después, sin embargo, ante el incremento de los gastos de la fábrica de El Salvador y de los salarios de sus cada vez más numerosas capellanías, María de Mendoza, alegando las muchas fundaciones que había costeado, especialmente la de las carmelitas de Valladolid, solicitó y obtuvo del Papa Gregorio XIII la exención de esta obligación, que quedó reducida al sufragio de dos cátedras: una de latinidad y otra de retórica. Es posible, como señala Montes Bardo que, en la frustración de este proyecto, tuviera algún papel la decidida orientación escolástica de la joven Universidad de Baeza, pero, en cualquier caso, los tiempos del erasmismo, que había fecundado y dado forma al proyecto de Estudio General, quedaban muy lejos y la prioridad de las capellanías y los conventos sobre las cátedras era un signo de los nuevos tiempos.
En 1587 falleció María de Mendoza y, salvo pequeñas intervenciones en el siglo XVII, habrá que esperar hasta la segunda mitad del siglo XVIII para ver nuevas obras en El Salvador, coincidiendo con que el marquesado de Camarasa y, por tanto, el patronazgo de la Capilla, recayó sucesivamente sobre tres hermanas solteras.