Francisco de los Cobos y Molina

Francisco de los Cobos fue el primero de los grandes secretarios que crearon los Habsburgo para agilizar el complejo y burocrático gobierno de la monarquía por medio de consejos. Quizás fuera más exacto denominarlo secretario de Estado, para distinguir sus amplias capacidades ejecutivas de las funciones subordinadas que tenía el amplio grupo de empleados que, bajo el mismo nombre de secretarios, poblaban la administración castellana. Su carrera, constituye además el más significativo ejemplo de ascensión meteórica dentro de la administración castellana.

De familia hidalga, pero de escasa fortuna, nació en Úbeda hacia 1477 y entró en la administración castellana de la mano de su tío político, Diego Vela, contador de la Reina católica, alcanzando su primer nombramiento en 1503, como escribano de Cámara. Pronto se ganará el favor de cortesanos influyentes e irá acumulando numerosos oficios, llegando a convertirse en la mano derecha de Lope Conchillos, el consejero favorito del rey don Fernando. Cuando este rey fallece, a principios de 1516,  tiene que decidir entre quedarse al servicio del regente, el Cardenal Cisneros, o marchar a Flandes a ganarse el favor del nuevo rey, el futuro emperador Carlos V. Hace esto último y, pese a la limitación que suponía no hablar la lengua de la corte flamenca, el francés, consiguió el favor de Guillaume de Croy, Gran Chambelán y preceptor del joven rey Carlos. Antes de finalizar ese año de 1516 fue nombrado secretario regio triplicando su salario precedente. Desde entonces, los favores se sucedieron y heredó de Lope Conchillos el puesto de secretario de Indias, que será una fuente de extraordinaria riqueza.

Su conocimiento de la hacienda y administración castellanas le convirtieron en alguien imprescindible, de suerte que, a la muerte de Guillaume de Croy, en 1521, era ya la mano derecha del emperador para todos los asuntos de España, como ratifica su ingreso en 1522 en el Consejo Real. Ese mismo año contrae matrimonio con doña María de Mendoza y Sarmiento, hija de los condes de Ribadavia, y efímera condesa de Rivadavia ella también al final de su vida. Ella aportaba rango social, él, fortuna e influencia política.

Con la caída en desgracia y posterior fallecimiento de Mercurio Gatinara, alcanzará el cenit de su carrera política, siendo nombrado consejero de Estado en 1530 y pasando a ocuparse también de los asuntos imperiales, especialmente de las relaciones con el Papa y los estados italianos. A partir de entonces y durante los ocho años siguientes, acompañará al emperador en todos sus viajes, siendo el primero, un viaje a Italia en 1530 para la coronación imperial de Carlos V en Bolonia de manos del soberano pontífice.

También en esta década de 1530 alcanzará el cénit de su ascensión social. Es nombrado Comendador Mayor de León de la Orden de Santiago, de la que era caballero desde 1519, la más alta distinción social que podría esperar del Emperador por su relativo modesto origen. Además, obtuvo, por acuerdo con el arzobispo de Toledo, Cardenal Tavera, el Adelantamiento de Cazorla y consiguió formar, entre 1537 y 1539, un importante estado señorial en el reino de Jaén, por adquisición a la Corona de los señoríos de Sabiote, Torres y Canena, todas ellas villas vecinas de su ciudad natal. Esta nueva posición social queda reflejada en los matrimonios de sus dos hijos. En 1538 casa a su hija María con el Duque de Sessa, Gonzalo Fernández de Córdoba, y en 1543, a su hijo Diego con la heredera de importantes señoríos en Aragón, entre ellos el de Camarasa que el emperador elevará a marquesado como regalo de bodas.

De la confianza alcanzada durante tres décadas al servicio del Emperador dan fe estas palabras que Carlos V escribió en las instrucciones que dirigió a su hijo Felipe en 1543: “porque veys la confianza que yo hago de Covos y la experyencia quel tiene de mis negocios questa mas informado y tiene mas platica que nadye, también en ellos y en las cosas que os pareciere tomar su información y consejo, lo toméis

 Durante los treinta años que estuvo sirviendo al César Carlos, Francisco de los Cobos supo además tejer una red de patronazgo, incomparable en términos de riqueza y poder con la dimensión local del linaje en el que había nacido, concediendo al linaje paterno y materno de Cobos y Molina una proyección social que desbordaba con creces el ámbito local y que trascendió el reinado del emperador Carlos continuando en el de Felipe II.