El retablo
El tema: la Transfiguración de Cristo en el monte Tabor
Este retablo del altar mayor fue encargado en 1559, en Valladolid, a Alonso de Berruguete, por doña María de Mendoza, patrona única de la Capilla tras la muerte de su marido, Francisco de los Cobos. En correspondencia con la fachada principal, el tema habría de ser la Transfiguración de Cristo en el Monte Tabor, escena que Berruguete había ya trabajado en el coro de la Catedral de Toledo.
La Transfiguración es la culminación de la Historia de la Salvación y, por tanto, el eje de todo el discurso iconográfico de este templo, cuya advocación es el Divino Salvador. Durante la Transfiguración, ocurrida poco antes de la Pasión, tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan son llamados a contemplar, por primera vez, la divinidad de Jesús que es proclamada por la voz del Padre y simbolizada por un resplandor luminoso que lo envuelve. Aparecen además Moisés y Elías, los dos personajes fundamentales de la biblia hebrea, representando, el primero la Ley, y, el segundo, a los Profetas. Su presencia confirmaría que Jesús es el Salvador anunciado en el Antiguo Testamento. [imágenes 1 y 2]
La restauración y restitución de Juan Luis Vassallo
Este magnífico retablo, de figuras de tamaño colosal y compleja composición, que persigue acentuar el movimiento, fue destruido casi completamente durante la Guerra Civil, pues únicamente se salvó la figura de Cristo [imagen 3]. Entre 1955 y 1969 el escultor gaditano, Juan Luis Vassallo —por encargo de los marqueses de Camarasa y duques de Medinaceli, don Rafael de Medina y Vilallonga y doña Victoria Eugenia Fernández de Córdoba, últimos patronos de sangre de esta Capilla de El Salvador— reconstruyó las figuras de Moisés, Elías y los tres apóstoles y restauró la del Salvador, restañando las mutilaciones sufridas y las partes dañadas, con gran sensibilidad y atención. Para la realización de las cinco figuras destrozadas que se disponían a los pies del Salvador, estudió detenidamente tanto la información gráfica que existía como la obra de Berruguete y tras ello, se planteó la ejecución de un grupo que, sin ser una copia exacta del original, lo recordara por la disposición de las figuras, por el violento movimiento de estas y por las líneas generales de la composición, logrando un trabajo que evocara el espíritu de Berruguete [imagen 4]. Sin duda, este trabajo tuvo que costar un gran esfuerzo a Vassallo, cuya producción religiosa se caracterizó, más bien por lo contrario, por el equilibrio y la serenidad.