La fachada y su iconografía

El modelo: La Puerta del Perdón de la Catedral de Granada

En las primeras condiciones para la erección de la Capilla del Salvador, redactadas en 1536, no aparece alusión alguna a la fachada. De la portada principal se habla por primera vez en el segundo contrato que en 1540 firman de nuevo los canteros Alonso Ruiz y Andrés de Vandelvira, para concluir la fábrica de la Capilla de El Salvador. En este nuevo contrato, Diego de Siloé ha perdido ya su función de arquitecto director de la obra y ha pasado a ser una simple referencia externa: «nos obligamos a hazer de mas de lo contenido en las dichas primeras condiciones e traça la puerta principal de los pies de la iglesia de la lavor y forma de la que Siloe a fecho nuevamente en la iglesia mayor de granada«; es decir, la portada principal habría de realizarse como la de la Puerta del Perdón de la Catedral de Granada.

La imaginería de Jamete

Esta indefinición de la fachada en las primeras trazas podría explicar la distancia existente entre la organización arquitectónica del interior de la Capilla, donde en palabras del profesor Chueca Goitia, está «a punto de alcanzarse el ideal clásico» y la apariencia externa de la misma en la que perdura, en palabras del mismo autor, «mucho del antiguo goticismo» y «falta una organización arquitectónica que estructure el conjunto«. Pese a ello, gracias a la portada siloesca y a la espléndida obra de imaginería que el escultor Esteban Jamete labra para la Capilla, esta fachada se ha podido convertir, sin disonancia, en el emblema de la Úbeda renacentista y de su declaración como Patrimonio de la Humanidad. [Imagen 1]

La portada de Siloé, que se configuraba como un gran arco triunfal romano, quedó embutida entre dos contrafuertes, [imagen 2] decorados, en su parte baja, con sendos relieves del mito de los trabajos de Hércules [imagen 3], y, en su parte superior, con motivos heráldicos: guerreros que soportan el escudo de Francisco de los Cobos, y plañideras que sujetan el de su esposa, María de Mendoza. Ambos elementos, en tamaño mucho mayor, se repiten bajo las tribunas laterales de la fachada descansando sobre unos sarcófagos que, junto con otros símbolos, como calaveras y bucráneos, evidencian el carácter funerario del monumento. [imágenes 4 y 5]

La fusión de la mitología clásica con los temas bíblicos

El clasicismo de la portada se transformó posteriormente, para incorporar el relieve central, con el fin de crear un retablo abierto a la ciudad, cuya iconografía guarda correspondencia con la del altar Mayor, pues ambos espacios están presididos por la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor. La diferencia más importante es la ausencia de alusiones mitológicas en la Capilla Mayor y la profusión de ellas en la fachada principal, como la lucha de centauros y sirenas aladas del friso central o el Panteón Olímpico del intradós del arco de la puerta principal «muestra refinada de lo mejor de nuestra escultura decorativa renacentista”. Estos dioses, según Joaquín Montes Bardo, siguen la misma disposición que los nueve círculos que componen el universo descrito por Cicerón en el famoso Sueño de Escipión. En este pasaje de “La República”, Cicerón sitúa en un lugar celeste “todos los que hayan conservado la patria, la hayan asistido y acrecentado”, una clara alusión a la figura política del secretario del Emperador. [imagen 6] Las figuras de la Fe y la Justicia que sostienen una compleja inscripción con citas de los apóstoles y de Santo Tomás de Aquino alusivas a la importancia de estas dos virtudes para alcanzar la salvación y otros motivos marianos, como la Natividad de María o del Antiguo Testamento, como el Maná o la Serpiente de Bronce, completan la rica iconografía de esta fachada [Imagen 7].

 

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