Jantipa vuelca el agua de un cántaro sobre la cabeza de Sócrates

Circa 1660

Los retratos imaginarios de filósofos y la representación de sucesos ejemplarizantes de sus vidas es una temática ampliamente difundida en la pintura italiana del siglo XVII. Oreste Ferrari (1986) explica este éxito en una secuencia que arranca con las series de filósofos que Ribera pinta para el III duque de Alcalá y para el príncipe de Liechtenstein, fundadas en el naturalismo, con retratos tomados del natural, y el anti-idealismo, representando como mendigos a personajes sublimados por el canon filosófico clásico. La popularidad de estos modelos conectaría en la segunda mitad del XVII con la corriente de cartesianismo y gasendismo que conducirá, en Nápoles, a la fundación en 1663 de la Accademia degli Investiganti. Luca Giordano, en su etapa juvenil más “riberesca” de la década de 1650, sigue fielmente esta tipología de retratos de filósofos harapientos que José de Ribera había inventado dos décadas antes, etapa en la que, como afirma  uno de sus biógrafos, el pintor Antonio Palomino, “se arrimó tanto a su manera [la de Ribera], que hacía cosas de su propia invención, que parecían originales de su maestro”. De hecho, en 1951, el marqués de Lozoya atribuyó este cuadro a José de Ribera. 

En este lienzo  Giordano narra visualmente un suceso que recoge Diógenes Laercio en su Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, en el que sigue el esquema habitual de este autor en sus biografías: relacionar una máxima del filósofo con una anécdota vital. En este caso, la anécdota se correspondería superficialmente con la corriente neoestoica de la que, al menos aparentemente, participaría Giordano (Ferrari-Scavizzi 2000). Laercio cuenta así la anécdota: “Habiéndole injuriado de palabras una vez su mujer Jantipa, y después arrojándole agua encima, respondió: «¿No dije yo que cuando Jantipa tronaba ella llovería?»”; y la máxima que, de su relación tormentosa con su mujer, deduce, la explica con estas palabras:  “con la mujer áspera se debe tratar como hacen con los caballos falsos y mal seguros los que los manejan; pues así como éstos, habiéndolos domado, usan con más facilidad de los leales, así también yo después de sufrir a Jantipa me es más fácil el comercio con todas las demás gentes” (Tomo II, párrafo 15).

Emilio Pérez Sánchez (2002) considera esta pintura como obra juvenil y abre la posibilidad de que el lienzo de este tema que, en un documento de julio de 1684, se propone, junto con un Suicidio de Catón, a Cosme II de Medici y que finalmente no adquirió, sea en realidad este y no el de la colección Molinari-Pradelli, como sugieren Ferrari-Scavizzi, hipótesis de imposible verificación, pues los tres se ajustarían al formato “tela da imperatore” (135 x 100 cm) especificado en la propuesta, pero que permite especular con una eventual compra por el virrey de Nápoles coetáneo al documento mencionado, el VII marqués del Carpio, personaje de acreditada avidez en el mercado artístico napolitano, y que, por esta vía, llegara a la colección de su sucesor en el virreinato, el IX conde de Santisteban, pues consta que adquirió algunas piezas en su compleja testamentaría.

TÉCNICA

Óleo

SOPORTE

Lienzo

DIMENSIONES

Alto: 130.00cm; Ancho: 103.00 cm

LOCALIZACIÓN

Hospital de Tavera