En su obra como tratadista, el pintor del rey Antonio Palomino de Castro dejó clara su admiración por la obra de Luca Giordano con quien colaboró durante su estancia en España y de quien aprendió la técnica del fresco.
Este sobrio cuadro de San Pedro de Alcántara refleja dicha influencia, en la forma de representar el cielo y en las ropas del santo similares a las de los filósofos de Giordano que pudo conocer en la colección del IX conde de Santisteban que examinó directamente para tasarla y alabó en su Museo Pictórico.
Buen conocedor de la vida de los santos y de su iconografía, representa al santo franciscano como penitente en meditación, virtudes por las que era conocido y que le valieron la canonización en 1669. Su convicción del valor de la oración, condujo al santo extremeño a sintetizar el Libro de la oración y meditación de Fray Luis de Granada, en una versión pequeña y de bajo precio que tituló Tratado de la oración y meditación, labor de síntesis y divulgación que Palomino parece querer representar en este cuadro como labor inspirada por el Espíritu Santo, de ahí que al lado del libro abierto, propio de cualquier iconografía de un santo en meditación, aparezcan pluma y tintero que actúan de pisapapeles mientras el santo medita absorto en el Espíritu Santo.