Cuentan los biógrafos de Miguel Ángel (1475-1564), Giorgio Vasari (1550) y Ascanio Condivi (1553), que en 1495, a su regreso a Florencia desde Bolonia, esculpió un “San Giovaninno” para Lorenzo de Pierfrancesco de Médicis, primo de Lorenzo “el magnífico”, educado en su casa, recordado por la protección que brindó a Sandro Boticelli y conocido como “Il Popolano”, por su apoyo a la República Florentina que expulsó a la rama mayor de los Médicis de la ciudad. Es significativo que ya en vida de Miguel Angel ninguno de sus dos biógrafos hiciera mención alguna del paradero de la escultura, indicio de que la misma había desparecido del escenario italiano.
Prácticamente desde el nacimiento de la Historia del Arte como disciplina académica, los especialistas han buscado esta pieza proponiendo diversos candidatos. En 1930, Manuel Gómez Moreno propuso en un artículo, en la revista Archivo Español de Arte, este San Juan Bautista Niño de la Sacra Capilla del Salvador como el San Juanito mediceo perdido, encontrando cierto eco en la historiografía nacional, pero muy escaso en la internacional, al fundarse únicamente en un somero análisis estilístico y obviar cualquier análisis histórico que explicara las vías por las que el San Juanito habría podido llegar a la Capilla del Salvador. La destrucción de la pieza, el 26 de julio de 1936, vino a complicar aún más las posibilidades de éxito de esta atribución de Gómez Moreno pues la historiografía internacional solamente podía contar con la unica imagen publicada en la revista que impedía hacerse una idea real de su calidad escultórica. En el año 2013, el profesor de la Universidad Federico II de Nápoles, Francesco Caglioti, en dos artículos publicados casi simultáneamente, volvía sobre este asunto confirmando, con una argumentación contundente, que resumimos, la intuición de Gómez Moreno.
Considera Caglioti que los errores de atribución, de los candidatos propuestos hasta la fecha, tenían su origen en que se estaba buscando el San Juanito desde presupuestos estilísticos del Miguel Angel maduro, «cinquecentesco», y no desde la perspectiva del «quattrocento». De ahí, que una parte importante de los candidatos propuestos fueran, a la postre, obras del pleno siglo XVI o incluso del XVII.
Por esta razón, su investigación parte de un análisis iconográfico, estilístico y cualitativo del San Juan Bautista de la Capilla del Salvador comparándolo con la obra juvenil de Miguel Ángel. Para este ejercicio se vale de las diecisiete fotografías que, junto con el Opificio delle Pietre Dure de Florencia, han conseguido reunir del San Juanito anteriores a 1936, un elenco que recoge casi todas las perspectivas en 360 grados de la pieza. Demuestra, mediante numerosos ejemplos y analogías, que, estilística y cualitativamente, el San Juanito ubetense concuerda perfectamente con otras esculturas y pinturas de Miguel Ángel, pero, especialmente, con la escultura de Bacchus (Museo del Bargello, 1497-8) y con la pintura llamada Madonna de Manchester (National Gallery 1495-6), lo que permite datar la pieza hacia 1495-96, precisamente los años en los que tanto Ascanio Condivi como Giorgio Vasari dataron el San Giovaninno mediceo.
Los inventarios de fines del siglo XV y del XVI demuestran que el San Juanito miguelangelesco estuvo en la residencia de la rama menor, «Popolani», de los Médicis al menos hasta 1537. Todo el patrimonio de esta rama de la familia pasó, en ese mismo año de 1537, de Lorenzino, huido de Florencia tras el asesinato del duque Alessandro, a Cosimo I, el único descendiente legítimo de esta estirpe medicea que quedaba en Florencia. Significativamente, en 1541, Cosimo I hubo de pedir a la familia Martelli un San Juanito de Donatello para ponerlo en el centro del aparato bautismal de su primogénito, Francesco, dato que revela que ya no disponía del que había esculpido Miguel Ángel para su tío bisabuelo. En consecuencia, la búsqueda documental sobre la salida de la pieza del patrimonio de los Médicis se restringía al periodo 1537 a 1541. Un campo tan preciso de investigación ha permitido al profesor Caglioti localizar en el Archivo del Estado de Florencia, unos documentos que informan de que, el nuevo embajador de Florencia ante Su Majestad Cesárea, Averardo Serristori, tenía el encargo de hacer llegar a Francisco de los Cobos, cuyo apoyo necesitaba para ser reconocido como duque de Florencia, una “statua molto preziosa”, a través puerto del Cartagena, el puerto seguro más cercano a las posesiones jiennenses del secretario imperial.
Ya en 1547, el San Juanito ubetense aparece documentado en un inventario pos-mortem de los bienes que Francisco de los Cobos había dejado en su palacio-castillo de Sabiote. En 1568, su viuda, María de Mendoza, lo lleva a la Capilla del Salvador, donde, según Argote de Molina, quedó expuesta en el Altar Mayor, conviertiéndose inmediatamente en “imagen de grandísima devoción y la talla vista por grandes maestros que an ydo a la dcha de Ubeda y rodeado muchas tierras solo por la ver dizen y an dicho que es pieça de inestimable valor por la gran perfección que tiene” tal como reza la respuesta a un interrogatorio realizado en 1570.
El 26 de Julio de 1936, la Sacra Capilla fue asaltada y la imagen destruida, siendo sus fragmentos recogidos y depositados, después de la Guerra Civil, en la Capilla del Salvador hasta que en 1994 se enviaron al Opificio della Pietre Dure de Florencia, donde tras casi veinte años de restauración, la escultura fue restituida y presentada en Florencia el día de San Juan Bautista, patrono de la ciudad, de 2013.