Bajo los números 20 a 23, el inventario de pinturas realizado a la muerte en 1716 de Francisco de Benavides Dávila y Corella, IX conde de Santisteban, registraba “Quatro pinturas de San Gregorio celebrando”, atribuidas, todas ellas, a Lucas Jordán, por el pintor y tratadista Antonio Palomino, su tasador. Obsérvese que, en los cuatro cuadros, se dice que este pontífice y Padre de la Iglesia aparece representado celebrando misa, lo que da una idea de la importancia que a este tema clásico, «La misa de San Gregorio» le concedía la iglesia contrarreformista como defensa de la doctrina eucarística de la transubstanciación.
En este cuadro se representa al papa Gregorio I en el momento en que ve atendidas sus oraciones y recibe la señal que estaba pidiendo a Dios para convencer a un fiel que dudaba de la presencia real del cuerpo y sangre de Cristo en la eucaristía y, en consecuencia, de la eficacia de la plegaria eucarística para operar la conversión de la substancia de las especies, el pan y el vino, en substancia del cuerpo y de la sangre de Cristo, siendo tal signo suplicado la aparición, en plena consagración, de la imagen de Cristo sobre el altar. Normalmente lo hace como Varón de Dolores, pero en este caso, la iconografía parece aproximarse más a la de un Resurrecto. En algunas versiones, el que duda es un diácono y, en otras, una mujer, como parece el caso de esta representación, en la que cabría identificar a la incrédula con la mujer que, estupefacta, sostiene un grueso libro en su mano derecha. Como complemento iconográfico el artista dibuja un ídolo caído en el ángulo inferior derecho.
Es posible, aunque ignoramos el paradero de los otros tres lienzos, que cada uno de los cuatro cuadros de idéntico tamaño que menciona el inventario representase una versión del mismo tema e incluso que todos ellos fueran bocetos preparatorios de un cuadro mayor no realizado, lo que explicaría el pequeño tamaño de esta obra y su naturaleza algo abocetada, aunque ninguno de los inventarios califica a la serie de “borrones”.