Retrato de Filippo Schor

Matteis, Paolo de [Atribuido a]
Circa 1690

El retratado es Filippo Schor, un arquitecto, escenógrafo y pintor italiano, miembro de una familia de artistas, originaria del Tirol, con un taller que trabajaba fundamentalmente en la ornamentación de grandes palacios romanos. El marqués del Carpio lo puso a su servicio en la Embajada en Roma y en el virreinato de Nápoles, donde se convertiría en empresario, escenógrafo operístico —estrenando obras musicadas por Alesssandro Scarlatti— y en diseñador de aparatos efímeros para la conmemoración de onomásticas reales. 

Bajo el virreinato de su sucesor, el IX conde de Santisteban, trabajó también como ingeniero y topógrafo, pero fue con el IX duque de Medinaceli, que se llevó consigo a Nápoles, desde Roma, a su hermano Christoph, con quien más brilló. Medinaceli le encargó levantar, frente al Palacio Real, un anfiteatro efímero con motivo de la onomástica de Mariana de Neoburgo. Posteriormente, le encomendó, junto con su mencionado hermano Christoph la organización de unos espléndidos funerales, en honor de su madre, Catalina Antonia de Aragón, VIII duquesa de Segorbe, funerales que dieron lugar a un libro titulado “Pompe funerali celebrate in Napoli per l’eccellentissima signora D. Caterina d’Aragona e Sandovale, duchessa di Segorbia, Cardona, &c.” en el que participó la élite intelectual partenopea y en el que se estrenó literariamente Giambattista Vico, libro que la fundación adquirió hace algunos años. Llamado por Carlos II a Madrid, participó en la ornamentación de la capilla del Alcázar. El duque de Medinaceli, a su regreso a España en 1702, lo nombró pintor de cámara de su casa.

Este lienzo formaba parte de una serie de cuatro retratos encargados por el IX conde de Santisteban, virrey de Nápoles entre 1687 y 1696. En el inventario realizado en 1697, a la muerte de su mujer, la serie es descrita así: “Quatro retratos de los virtuosos Phelipe Scor, Alexandro Scarlati, Matheucho y Petrucho Napolitanos de a cinco palmos y tres y medio con marcos dorados y negros tasados todos en mill y seiscientos Reales que valen cinquenta y quatro mill y cuatrocientos maravedís”. El denominador común de los cuatro retratados es su condición de “virtuosos” del mundo operístico napolitano. El llamado “Petrucho” en el inventario era Pietro Ugolini, el más célebre de los archilaudistas de la época. Matheucho era un “castrato” apodado “el ruiseñor de Nápoles” que comenzó su carrera en el virreinato, bajo la protección de la condesa de Santisteban, pasó a España entre 1698 y 1700, llamado por Mariana de Neoburgo con el fin de aliviar con su canto las depresiones de Carlos II, y regresó a Nápoles reclamado por la virreina, duquesa de Medinaceli. Por último, Alessandro Scarlatti comenzó su carrera en Roma al servicio de la reina Cristina de Suecia y pasó posteriormente a Nápoles, bajo el virreinato del marqués del Carpio, como maestro de capilla, cargo que continuó ocupando, más allá del virreinato español, bajo el dominio austriaco.

La serie se dispersó en la testamentaria del XV duque de Medinaceli (muerto en 1873, aunque el reparto no se inició hasta 1889 y, en algunos casos, no concluyó hasta 1909). Tres de ellos formaron parte del lote que se adjudicó a María Fernández de Córdoba y Pérez de Barradas, casada con Alfonso de Silva, duque de Híjar, y se volvieron a dividir en la siguiente generación. Al primogénito, XVII duque de Híjar, le correspondió el retrato de Alessandro Scarlatti, obra que acabó recayendo, junto con la casa de Híjar y el resto de la colección heredada de Medinaceli, en su nieta, la XVIII duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, casa en la que continúa, expuesto en el palacio de Liria. Los retratos de Mateo Sassano y Pietro Ugolini pasaron a su hijo menor, duque de Almazán y acabaron en el mercado. Actualmente están, el primero, en el Museo de Artes Decorativas de Madrid, y el segundo, en el Virginia Museum of Fine Arts. 

Este retrato de Filippo Schor formó parte del lote que se adjudicó a la primogénita, Angela María Fernández de Córdoba y Pérez de Barradas, casada con el duque de Uceda y Escalona, posteriormente duques de Osuna, en cuya descendencia ha permanecido hasta hoy.  

Aunque parece lógico que toda la serie fuera pintada por una misma mano, dos han sido atribuidos de antiguo a Francesco Solimena (Matheucho y Alessandro Scarlatti) y los otros dos, a Paolo de Matteis. Solimena no aparece mencionado en ningún inventario de la casa de Santisteban, aunque debió tener relación con el virrey, a tenor de lo que este escribió a Madrid en 1693: “los mejores pinceles que ai en esta ciudad son Francisco sol Mena y Pablo de Mathei […] y los dos tendrán a mucha dicha pasar a esa corte a servir a su majestad”. Recientemente, Ricardo Lattuada y Nicola Spinosa han atribuido el cuadro de Pietro Ugolino a Paolo de Matteis, pintor que estuvo al servicio del IX conde de Santisteban, para quien pintó un ciclo de lienzos que aún se conserva en la iglesia del convento de clarisas de Cocentaina, patronato de su casa.

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