Este pequeño cuadrito, atribuido a Juan de Valdés Leal, narra visualmente el asunto central de los tres grandes temas en que, inmediatamente después la rendición de la fortaleza de la Mamora el 30 de abril de 1681, se organizó, en las relaciones de sucesos y en las crónicas de la orden trinitaria, la historia de la cautividad y rescate de la imagen de Jesús Nazareno (J. García Bernal, 2011, pp. 20-35). Situándola entre la traición del gobernador de la fortaleza que, para salvar su vida y bienes, entregó la sagrada efigie del Nazareno a los infieles y el posterior rescate de la imagen por la orden trinitaria, el tema central de todos estos textos, dados a la imprenta entre 1681 y 1682, es el representado en este cuadro: las vejaciones sufridas en Mequinez por la imagen de un Nazareno, transformado en un cautivo. Esta es ya la iconografía que aparece en una “Relación primera verdadera…” publicada en 1682 por la orden trinitaria en la que se describe la imagen tal como aparece representada en este cuadro “Primeramente cautivaron los moros una hechura de Jesús Nazareno, de natural estatura, muy hermosa con las manos cruzadas delante” para inmediatamente describir la escena que visualmente traslada este lienzo “al hermosísimo busto de Jesús Nazareno le mandó el rey arrastrar, y echar por un muladar abajo haciendo burla y escarnio del retrato hermoso…”
Este cuadrito que, por su tamaño y aspecto de “borrón”, parece un esbozo preparatorio de un lienzo mayor, debió ser encargado casi coetáneamente a las mencionadas relaciones de sucesos y crónicas y también a la exposición de la prodigiosa imagen en una capilla, labrada al efecto, en uno de los conventos que en su interior albergaba el palacio del duque de Medinaceli en el paseo del Prado, ubicación que daría nombre a esta nueva advocación de un cautivo revestido de ricas ropas: Jesús de Medinaceli.