Este ciclo de nueve relieves —histórica y sucesivamente vinculado a las Casas de Alcalá y a la de Medinaceli— que se dispersó en 1956, en la testamentaria de su XVII duque, Luis Jesús Fernández de Córdoba, ha despertado el interés de los investigadores desde principios del siglo XVIII, pues ya en 1719 fue publicado por el benedictino Bernard de Montfaucon en su obra L’Antiquité expliquée en figures, aparecida en París, en diez tomos de gran lujo, con una tirada de 1800 ejemplares que rápidamente se agotó, volviendo a lanzar una segunda reimpresión el mismo año, en cuyo prefacio el autor cita esta serie como una de las grandes novedades añadidas. Como el mismo Mantfaucon advierte, los dibujos de las piezas los había recibido de su amigo, Manuel Martí, deán de Alicante y antiguo bibliotecario del IX duque de Medinaceli, quien en una carta a Gregorio Mayans de 26 de junio de 1733 dice que “hize dibuxar exactíssimamente la mayor parte de ellas y el padre Montfaucon las imprimió […] y confiessa, en una carta en que me da las gracias, que en toda su colección no hay monumento mas precioso que ésse”.
Ha sido principalmente la arqueología alemana la que más se ha interesado por estas piezas que han sido estudiadas recientemente por Markus Trunk y Thomas Schäfer, profesores de la Universidad de Tréveris y de Tubinga respectivamente. El primero de forma más genérica, en su estudio sobre la colección del I duque de Alcalá publicado en 2002, y el segundo de forma más específica, pues ha dedicado muchos años a investigar esta serie de dicha colección, investigación publicada en 2022 en un grueso volumen titulado Der Reliefzyklus Medinaceli: Von Actium bis Nero.
En dicha obra, Thomas Schäfer data el ciclo en época Claudia, lo cataloga, en cuanto a temática y lenguaje visual, dentro del género de los relieves estatales romanos, considera que pertenecieron a un monumento provincial que sigue un modelo existente en la ciudad de Roma, y deduce que su temática giraría en torno a una instrumentalización de la historia reciente del imperio como forma de culto de la familia imperial y de legitimación del emperador Claudio.
En la reconstrucción del monumento que intuye que podría proceder de Pozzuoli, primitivo puerto romano de Puteoli, distingue tres frisos que, por relación compositiva, considera probable que estuvieran colocados en el interior de un templo o de un altar: un friso A dedicado a la representación de la batalla fundadora del imperio, la de Actium de 31 a.C., en la que participaron sus dos abuelos, Octavio y Marco Antonio; otro B, centrado en el triunfo de Claudio en la conquista de Britania en el 43 d.C, una operación fundamentalmente naval que significaba la primera ampliación territorial del imperio desde Augusto y un éxito de Claudio que le había sido negado al fundador de la dinastía Julio-Claudia, Julio César, quien había intentado sin éxito ocupar la isla y el último friso, el C, en el que la tradicional pompa circensis se convierte en exaltación de la paz lograda por la mencionada dinastía desde comienzos del Principado.