Salvatore Rosa ilustra con esta escena el momento en el que el ángel del Señor, alertado por el llanto del niño Ismael, se apareció, en el desierto, a su madre, la esclava Agar —donde habían sido expulsados por Abraham, dueño de ella y padre del niño—, para señalarle un arroyo con el que calmar la sed de su hijo y prometerle que su descendencia sería incontable (Gn 21, 17-19).
Caterina Volpi (2014) identifica este cuadro con “Il quadro di Agar et Ismaele con paese originale del Sig.r Salvatore Rosa tela di palmi 7” citado en el inventario post mortem, de 1682, del sacerdote napolitano y amigo de Salvatore Rosa, Girolamo Mercuri. Como el resto de los cuadros de dicha colección, el propio autor, en noviembre de 1671, encargó copiarlo a Francesco Martinotti, réplica que debe ser la que hoy se conserva en el National Gallery de Londres. Por esta razón, no es posible saber si, a la muerte de Mercuri, era la copia o el original la que permanecía en su colección. En cualquier caso, por una vía aún ignota, el original pasó a la colección del IX duque de Medinaceli, que llegó a Italia en 1684, como Capitán General de las Galeras de Nápoles y tres años después fue nombrado embajador en Roma. En el inventario de su sobrino y sucesor, Nicolás Fernández de Cordoba, (Vicente Lleó Cañal, 1989) aparece bajo el número 50 con la siguiente descripción: “Mas otra de Salvator Rossa con un Pais y figuras que tiene de alto dos varas y vara y media de ancho, marco tallado y dorado”
Volpi considera bastante significativo que la copia de la National Gallery haya sido en otro tiempo atribuida a Pietro Testa a quien Rosa conoció y frecuentó desde su primera estancia en Roma y cuya influencia se deja notar en su pintura desde la década de 1650. Luigi Salerno (1975) dató este lienzo al final de la etapa napolitana del pintor, hacia 1639, condicionado por su identificación con la obra de Rosa del mismo tema que, según G.B. Passeri, Lanfranco adquirió en Nápoles. Volpi, atendiendo a la libertad pictórica con la que trata el paisaje, tendente a una visión romántica, y el dinamismo que crea con el movimiento ondulante del vestido de Agar, lo retrasa al periodo romano posterior a su regreso de Venecia, entre 1662 y 1665.