Estatua femenina mayor del natural labrada en un solo bloque en el siglo II d. C. a la que en el renacimiento se le retocó la cabeza, tallándole una dionisíaca corona de uvas y hojas de parra, y se le añadió, como atributo, una pandereta. Según el profesor de la universidad de Tréveris, Markus Trunk, el tipo escultural original del que derivaría esta réplica romana se conserva, por ejemplo, en un relieve monumental de Cirene, así como en una estatua del santuario de Artemisa de Tasos. El mismo especialista relaciona los retoques renacentistas con la inscripción “Copa Syrisca» que la estatua tuvo en la basa, como evidente y curiosa alusión al célebre poema, tradicionalmente atribuido a Virgilio, en el que, por medio de una tabernera que, con su música y danza, invita a los transeúntes a disfrutar de los placeres de su taberna, se hace un canto a la vida y al carpe diem, cuyos últimos versos, en traducción del profesor José Martínez Gázquez, dicen:
¡Ah, muéranse esos viejos rigores!
¿Por qué guardas las coronas de suave aroma para la ingrata ceniza?
¿Quieres acaso que cubra tus huesos una lápida coronada?
“Saca el vino y los dados. Muera el que se preocupa del mañana”
La muerte, avisándonos a la oreja, dice: “Gozad de la vida, ya llego”.