Huérfano de padre a los tres años, su infancia transcurrió en un ambiente de dificultades económicas y de evocación del abolengo militar y marino paterno. Abandonó El Ferrol muy joven para residir entre El Escorial y Toledo donde se aficionó a la pintura. Concluido el bachillerato, en 1891, se trasladó a Madrid para ingresar como aprendiz en el taller del fresquista Manuel Domínguez. En 1899 fue nombrado Pensionista de Historia en la Academia Española de Roma donde residiría durante cuatro años y desde la cual, en compañía del también pintor Manuel Benedito, viajaría por toda Europa marcándole singularmente su estancia en Holanda donde descubrió la pintura flamenca y holandesa recibiendo el influjo del colorido y la pincelada de Franz Hals.
En 1908, tras ganar diversas medallas en Exposiciones Nacionales y casarse con la también gallega Pilar de Castro, aceptó un puesto de profesor de colorido y composición en la Escuela de Bellas Artes de Santiago, alcanzando cuatro años después la dirección del centro donde creó escuela. Regresó a España en 1915, donde dividió su tiempo entre cuadros de asuntos gallegos y retratos de la corte de Alfonso XIII. A la muerte de Aureliano de Beruete en 1922, fue nombrado director del museo del Prado, cargo que ocupó hasta 1931, década en la que conjugó sus responsabilidades institucionales con una creciente producción pictórica, singularmente de retratos de personalidades del mundo de la política, de las finanzas y de la aristocracia. De profundas convicciones monárquicas, al advenimiento de la República renunció a la dirección del Museo del Prado, volviendo a ella en 1939, al tiempo que era comisionado para recoger en Ginebra el tesoro artístico allí depositado durante la contienda, circunstancia que aprovechó para organizar una exposición de Obras Maestras del Museo del Prado que suscitó un gran interés en Europa por el arte español. Murió en Madrid en 1960 siendo director del Museo del Prado.