La sacristía, ¿obra plena de Andrés de Vandelvira?

El espacio originalmente destinado a Sacristía, en el proyecto de 1536, debió considerarse insuficiente para el esplendor litúrgico que Francisco de los Cobos y María de Mendoza ambicionaban para su Capilla. Por ello, en el nuevo contrato de 1540, Alonso Ruiz y Andrés de Vandelvira, se comprometieron con su firma a «hazer la sacristía conforme a la traça fyrmada del señor deán de la labor e obra que va la de la dicha yglesia comunicando con el Sr. Deán el tamaño y ornato que le pareciere«. De estas palabras, la historiografía ha deducido que la sacristía es una creación plena de Vandelvira, es decir, que, además de la ejecución, como en el resto de la capilla, en este espacio, las trazas, tanto de planta como de alzado, serían también suyas. Sea como fuere, su posición, oblicua al eje longitudinal de la capilla, aparece ya en la planta de la Santissima Anunziata de Florencia y, por otra, su estructura tiene un claro precedente en la Sacristía de las Cabezas de la Catedral de Siguënza, obra de Alonso Covarrubias de 1532 —que se convertirá en la clásica del renacimiento español— y que Vandelvira repetirá en su espléndida sacristía de la catedral de Jaén: o sea, una nave rectangular, articulada en tres tramos con arcos hornacinas para la colocación de las cajoneras, y cubierta —en lo que se distingue claramente de la de Sigüenza— con bóvedas vaídas. [imagen 1]

Las bóvedas vaídas y la estatuaria monumental, singularidad de Vandelvira.

La singularidad de esta sacristía radica, por una parte, en la magnífica forma en que Vandelvira cubre este espacio tripartito, mediante tres espléndidas bóvedas vaídas, que más que descansar, parecen suspenderse sobre el entablamento [imagen 2] y, por otra, en que, renunciando a la tradición renacentista española, eliminó el orden columnario sustituyéndolo por un orden vertical de estatuaria monumental. esta función sustentante, sirve de soporte a un complejo programa decorativo e iconográfico elaborado, una vez más, por el deán Ortega. Su ejecución se atribuye tradicionalmente al escultor de origen francés, Esteban Jamete. [imagen 3]

Este programa expone la visión, propia de la historiografía cristiana, de las tres edades del mundo. Así, se confrontan los dos extremos del tiempo. En la parte baja, el tiempo antiguo, anterior a Cristo, representado por los atlantes y cariátides que soportan el entablamento, símbolos de los pilares de las civilizaciones de la Antigüedad y las doce sibilas de las enjutas de los arcos. En lo alto, el tiempo final, el fin de la Historia, que llegará con la segunda manifestación de Cristo como Salvador. Este final, lo anunciarían los ángeles apocalípticos de las claves de los arcos que soportan las bóvedas y a él asistirían, desde unos óculos situados inmediatamente debajo, los miembros de los linajes de los fundadores: Cobos Molina, de don Francisco, y Mendoza Sarmiento, de doña María, identificados por sus escudos [imagen 4]. Entre ambos tiempos, se situaría la Edad Mesiánica, que se desarrolla en la portada de acceso, tal como ya hemos visto.

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