Patio principal

Siglo XV: Un patio porticado en U

La belleza y singularidad de este patio principal, que es el núcleo del palacio y el único elemento articulador de todo el conjunto, descansa sobre su intensa diversidad estilística. Síntesis armoniosa de elementos góticos, mudéjares, renacentistas y románticos, su fisonomía actual es producto de sucesivas intervenciones desde fines del siglo XV hasta mediados del siglo XIX.

El primitivo patio de fines del siglo XV, el de don Pedro Enríquez y doña Catalina de Ribera, debió ser ya cuadrangular, aunque porticado únicamente en tres de sus lados, galerías que se pueden distinguir por el capitel cónico y liso sobre el que descansan sus arcos.

1526: La intervención renacentista

La primera intervención documentada en el palacio de su hijo don Fadrique se llevó a cabo en 1526, para completar, con un nuevo pórtico, el patio por su lado Este, operación en la que respetó en líneas generales las pautas establecidas por su madre, con la excepción de la modificación del tipo de basa y capitel, en los que se inclinó por una basa denominada “de garra” y por un capitel “de moñas”, reducción esquemática del orden corintio, elementos ambos que gozarán de extraordinaria fortuna empleándose en la mayoría de los patios sevillanos desde el renacimiento.

También, en la nueva galería, mantuvo el Marqués de Tarifa una de las constantes del patio que es la disparidad del tamaño de sus arcos, que van desde poco más de dos metros de luz hasta los tres y medio. Una de las explicaciones posibles de esta irregularidad, ciertamente más acusada en las pandas del palacio medieval, es que la arquitectura mudéjar heredó del arte islámico la tendencia a destacar, enmarcándolos con un arco mayor, los accesos de las estancias que abren a las galerías.

Modificó, sin embargo, la decoración de los muros revistiéndolos de altísimos zócalos de azulejos y cambió la fuente central medieval —cuya existencia solo conocemos por una breve mención de un anónimo comerciante milanés que viaja a Sevilla en 1517— por la fuente actual, de planta ochavada, labrada en mármol de Carrara, en su día rematada por un sátiro y, hoy, por el doble rostro del dios Jano, escultura procedente de la colección del I Duque de Alcalá. Esta fuente la adquirió el I Marqués de Tarifa en Génova, en 1528, en el mismo taller en el que había encargado, entre muchas otras piezas de mármol, la portada del palacio y los sepulcros de sus padres para la Cartuja de las Cuevas, panteón de la Casa de Ribera.

1570: El programa escultórico

Quizás, la transformación estética más importante del patio la protagonizó su sobrino y heredero, Per Afan de Ribera, al enviar desde Nápoles, hacia 1570, una enorme y variada colección escultórica cuyas piezas principales, de tamaño muy superior al natural, se destinaron a enriquecer las cuatro esquinas del patio y veinticuatro de sus bustos fueron colocados en tondos en todo el perímetro de sus galerías.

Siglo XIX: las reformas románticas

Permaneció el patio inalterado durante casi tres siglos, pues hasta mediado el siglo XIX no se volvería a intervenir en él. Las razones de este largo paréntesis hay que buscarlas en el carácter secundario que tuvo el palacio desde mediados del siglo XVII, por el cambio de propietarios y de gustos. Solamente con el redescubrimiento del mudéjar por los viajeros románticos, que vuelven a situar este palacio como etapa obligada de los circuitos de la Europa culta, la Casa de Pilatos recobrará nueva vida.

Desde mediados del siglo XIX, los decimoquintos duques de Medinaceli pasaron largas temporadas anuales en este palacio dedicándose a su restauración desde los parámetros del pintoresquismo romántico. Especial protagonismo tuvo en este proceso la Duquesa de Medinaceli, doña Angela Pérez de Barradas, más conocida por el título que obtuvo en su viudez, duquesa de Denia, quien en las décadas de 1850 y 60 introdujo importantes novedades como la apertura de un acceso en el centro del patio, ajustándose al gusto decimonónico de patios vistos –pero rompiendo con la tradición islámica, heredada por el mudéjar, de accesos en eje quebrado–; la sustitución del suelo original de barro por nueva solería de mármol blanco y negro y la colocación, en las ventanas de las galerías bajas, de nuevos ajimeces pseudo nazaritas.

Salón del Pretorio