I Marqués de Tarifa
Fadrique Enríquez de Ribera (1476-1539)
Don Fadrique Enríquez de Ribera, el mayor de los dos hijos de don Pedro Enríquez y doña Catalina de Ribera, nació en 1476. Su padre, don Pedro, había estado casado en primeras nupcias con Beatriz de Ribera, la hermana mayor de su madre Catalina, matrimonio del que había nacido un hijo, Francisco, que era el principal heredero del patrimonio de la Casa de los Enríquez de Ribera. Carente, por tanto, don Fadrique de perspectivas de recibir una herencia sustanciosa, se le buscó rápido acomodo dentro de la Orden de Santiago cuyo hábito tomó apenas cumplidos los diez años. Desde 1490 acompañó a su padre a la guerra de Granada donde fue armado caballero por el malogrado príncipe don Juan, el único hijo varón de los Reyes Católicos.
De su biblioteca, que contenía más de doscientos volúmenes —cifra considerable para la época— se deduce, por una parte, que debió recibir una educación “moderna” con especial énfasis en los clásicos, aunque de ella sólo sepamos que fue alumno del célebre humanista Pedro Mártir de Anglería, y, por otra, que era un hombre culto, con un complejo y poco común horizonte intelectual, en el que cabían, como muestra el inventario de su biblioteca, desde obras piadosas tradicionales y clásicos grecolatinos, hasta otras del humanismo pleno como los coloquios de Erasmo de Rótterdam o de la literatura moderna como la Celestina, e incluso algunas que reflejan cierto interés por la magia, la astrología y la alquimia. A su muerte, esta biblioteca la legó al monasterio de la Cartuja de Las Cuevas, dispersándose durante la desamortización.
El 4 febrero de 1492, al regreso de la toma de Granada, murió su padre, el Adelantado Don Pedro, lo que significó el reparto del patrimonio familiar de los Enríquez de Ribera. Aunque el grueso del mismo pasó a don Francisco, el hermanastro de don Fadrique, su madre, Catalina de Ribera, excelente administradora, recibió entonces un patrimonio importante que supo acrecentar espectacularmente de modo que, a su muerte, en 1505, pudo dividir entre sus dos hijos, a partes iguales, una herencia tasada en algo más de veinticinco millones de maravedíes y que incluía dos palacios urbanos, uno la Casa de Pilatos, para el mayor, don Fadrique y otro, el Palacio de Dueñas, para el menor, don Fernando. Cuatro años después, en 1509, falleció sin sucesión don Francisco con lo que don Fadrique recibió una herencia fabulosa que comprendía, además de numerosos señoríos como los de Tarifa, Alcalá de los Gazules o Bornos, las almonas, es decir, el monopolio de la fabricación y venta del jabón, industria que, en la primera mitad del siglo XVI, amplió vertiginosamente su mercado con el monopolio sevillano del comercio con América. En 1525, el embajador veneciano, Andrea Navagero, estimó la renta anual de don Fadrique en más de 11 millones de maravedíes, es decir, sus propiedades generaban anualmente una cantidad casi equivalente al valor total de lo heredado de su madre en 1505.
Con la muerte de su hermanastro no sólo cambió su posición económica, sino también su posición social, lo que se hizo evidente en 1514 cuando fue creado marqués de Tarifa por la reina doña Juana.
El acontecimiento capital de su vida, como él mismo proclama, entre cruces de Jerusalén, en la fachada de su casa, “4 dias de agosto de 1519 entro en Iherusalem” fue el viaje de peregrinación que realizó a Tierra Santa entre 1518 y 1520 que conocemos minuciosamente gracias al diario que el mismo compuso a su regreso. Además de la importancia personal que este viaje tuvo para don Fadrique, como peregrino que busca la salvación eterna coleccionando reliquias y acumulando indulgencias, lo trascendente para la arquitectura de su palacio y la de Sevilla, es que, al atravesar Italia a la ida y a la vuelta, quedó expuesto a lo mejor de la arquitectura renacentista coetánea. A su regreso estableció relaciones con talleres genoveses, en los que adquirió en sucesivas compras las primeras muestras marmóreas del arte renacentista que vió Sevilla: sepulcros para honrar la memoria de sus antepasados y elementos arquitectónicos para las reformas de su palacio. La impresión que causaron entre sus contemporáneos estos mármoles y su uso para crear nuevos espacios para nuevas formas de sociabilidad convierten al I marqués de Tarifa en el introductor del Renacimiento en Sevilla y a su palacio en la residencia nobiliaria que servirá de modelo a imitar por la oligarquía urbana.
A su muerte sin descendencia legítima en el año 1539, le sucedió su sobrino Don Per Afán de Ribera y ordenó que sus bienes libres se subastaran y que su producto se dedicara a la edificación del Hospital de las Cinco Llagas, obra plenamente renacentista que hoy es sede del Parlamento de Andalucía, abundando así, con su herencia, en el papel de introductor del Renacimiento que había tenido en vida.