Este retrato de Catalina de la Cerda se pintó un año antes de su fallecimiento, al mismo tiempo que el de su marido, Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, I Duque de Lerma, con quien había casado en 1576, muchos años de su elevación a duque y a valido de Felipe III. En 1602, hacia ya tres años de su nombramiento como camarera mayor de la reina Margarita, cuyo retrato guarda muchas similitudes con este, y ambos se pagaron e ingresaron en las colecciones de la casa de Lerma el mismo año de 1607, por lo que de él se podría decir lo mismo que para el de su marido, de suerte que la intención del retrato del matrimonio era presentarse como “alter ego” de la pareja regia y, presumiblemente, exponerlos juntos ante la corte. (Para un mayor detalle de esta circunstancia véase el retrato del I duque de Lerma).
En este magnífico e imponente retrato de cuerpo entero, la duquesa de Lerma, con porte hierático y mirada altiva, viste, según la moda cortesana del momento, con saya negra, con una enrome lechuguilla de encaje a juego con los puños, que el artista, como en la orfebrería que luce en la cintura, trata con virtuosismo de miniaturista. En la mano derecha, que apoya sobre un sillón de terciopelo carmesí, lleva un abanico y en la izquierda un pañuelo de Holanda con finos encajes, dos de los accesorios característicos de la moda cortesana femenina del momento.