La colección escultórica del I duque de Alcalá

El virreinato de Napoles: génesis de una pasión anticuaria

La colección escultórica de Per Afán de Ribera, I Duque de Alcalá, se formó durante su etapa como Virrey de Nápoles en un doble sentido: en la constitución material de la colección, es decir, en la reunión de las piezas que la integran; pero también, en la génesis de una pasión por las antigüedades clásicas que no ha dejado rastro documental alguno durante su vida anterior en España y que debió surgir al entrar en contacto con el grupo de humanistas que frecuentaban la refinada corte virreinal.

No tiene nada de extraño que, en España, no naciera tal inclinación por las antigüedades clásicas, si atendemos al desinterés de los españoles, incluyendo al rey Felipe II y su corte, por este tipo de coleccionismo. Muchos testimonios avalan tal desapego, pero el más claro es la respuesta de uno de los principales consejeros de Felipe II, el cardenal Granvela, al célebre anticuario romano Fulvio Orsini para disuadirlo de ofrecer su biblioteca y colección anticuaria al monarca español:

» allí [en Roma] se las aprecia mejor de lo que aquí [en España] se haría, donde poca gente goza con tales cosas y donde son aún más raros los que las saben apreciar«

Una pasión tardía, pero intensa, como atestigua la correspondencia del humanista Juan de Verzosa Ponce de León, archivero de la Embajada española, en la que cita al Duque de Alcalá como comprador de antiguedades al mismo nivel que coleccionistas de la talla del Gran Duque Cosme de Medicis o el Cardenal Farnese.

Aunque el duque de Alcalá compró esculturas por toda Italia, a traves de varios anticuarios italianos que le servían de agentes, una parte importante de su colección proviene de la compra de la colección completa de Adrián Spadafora, el anticuario napolitano que más había contribuido a formar su gusto por el coleccionismo de antigüedades.

Una supervivencia singular: La colección escultórica en su marco arquitectónico

Lo que singulariza esta colección escultórica es el auténtico fundamento humanista que impulsó su formación, pues existió una profunda complicidad intelectual con las piezas reunidas y con su forma de exposición. Respecto de la primera, es sorprendente el conocimiento que, el duque de Alcalá o quienes le asesoraban, tenían de la literatura científica coetánea, como se desprende de las identificaciones que en el siglo XVI se hicieron de algunas de las piezas, en un contexto en que los únicos instrumentos de estudio eran las descripciones literarias y el grabado. Así, por ejemplo, la inscripción de «Pallas Pacífera», que tiene la Atenea Médicis del patio principal, sólo se conoce por una leyenda de una moneda de época de los Severos. Respecto de la segunda, la forma de exposición, tanto en el Jardín Grande como en el patio, se observa una voluntad expresa de sistematización y de integración con la arquitectura y el jardín. Esto último, la hace hoy especialmente excepcional, pues es la única colección renacentista que se conserva en el marco arquitectónico concebido para ella. Además, en la colección están representados todos los géneros de la escultura antigua: relieves históricos y mitológicos, y retratos tanto reales como ideales. En la sección colección de este sitio web puede conocer más detalles de muchas de sus piezas.

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