De las 302 obras que reunió Francisco de Benavides Dávila y Corella, IX conde de Santisteban, durante su virreinato de Nápoles, 42 eran imágenes devocionales con retratos o historias de santos, alcanzando hasta 66 si agregamos los de santas y beatos (Cerezo, 2005). Dentro de ellos predominaba el santoral italiano y los fundadores de órdenes monásticas.
Esta obra es a un tiempo un retrato idealizado del fundador de la orden de Mínimos, cuya divisa luce en el pecho, y una historia devocional de su más famoso y prodigioso milagro, aquel en que, teniendo Francisco de Paula que cruzar el estrecho de Mesina con alguno de sus hermanos y habiendo rechazado el barquero transportarlos gratuitamente, se retiró en oración y acto seguido bendijo el mar, extendió su manto sobre las olas, se subió a él, invitó a su hermano a montarse y juntos cruzaron el canal. Giordano resuelve de forma muy sintética este episodio hagiográfico omitiendo el detalle de que el santo envolvió el extremo de su manto en el bastón a manera de vela, quizás por razones compositivas o por acentuar el carácter milagroso de la travesía o, más probablemente, por asimilar la escena a una apoteosis del santo.
En otro plano, en el margen izquierdo, marcado como es habitual en Giordano, por una gama de color más tenue y monocroma y un dibujo más impreciso, narra un complemento de la historia del milagro, en el que los marineros de la barca que le había negado el pasaje, maravillados por el prodigio, le invitan a gritos a montarse en ella, invitación que el santo ignora concentrado en la gloria que hecho tan portentoso a Dios devuelve.
Conviene recordar que el IX conde de Santisteban antes de ocupar el virreinato de Nápoles, gobernó el reino de Sicilia del que, desde 1630, por decisión del papa Urbano VIII, era patrono este eremita calabrés, canonizado en 1519 y modelo de penitencia heroica para la Iglesia de la Contrarreforma.
